jueves, 10 de enero de 2013

Eduardo Rabasa: «Jon Lee Anderson revela una realidad de una sutileza desconocida para la inmensa mayoría»


Considerado uno de los mejores periodistas del mundo, Jon Lee Anderson nos descubre en La herencia colonial una lectura de África infrecuente en los medios convencionales, desplegando así su habilidad para conseguir acceso directo a las más altas esfera de poder al tiempo que da voz a quienes sufren los excesos del nefasto contexto político. Valientes, sagaces y magistrales, la selección de crónicas contenida en La herencia colonial y otras maldiciones no podría faltar entre los nominados a los Premios Cálamo. Por ello hablamos con Eduardo Rabasa, de Sexto Piso, la editorial responsable de la aparición de este título indispensable para comprender el continente africano.  

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Uno de los textos clásicos más sonados en las facultades de periodismo es el 'Ébano' de Kapuściński. En 'La herencia colonial' , Anderson, perteneciente a una generación posterior a la del primero, también emprende la tarea de retratar el continente africano. ¿Cuáles dirías que son las virtudes de Anderson, temáticas y estilísticas, sobre su predecesor?

Es ya una especie de lugar común nombrar a Jon Lee Anderson como “el heredero de Kapuściński”, estigma que el propio Jon Lee rechazó en la reciente Feria del Libro de Guadalajara, pues si bien explicó que obviamente lo considera un halago, al mismo tiempo son periodistas muy distintos, con estilos y temporalidades muy disímiles. Si tuviera que resaltar una diferencia importante es que Kapuściński en Ébano desde el principio toma una postura política muy definitiva, al defender la diversidad de lo africano (considera que sólo se puede hablar de “África” en un sentido geográfico), frente al reduccionismo derivado del colonialismo europeo. Incluso considera que los africanos tienen un concepto del tiempo, de las relaciones humanas, más rico y en cierto sentido superior al europeo, y no tiene empacho en mostrar sus preferencias a lo largo de todo el texto. 

Por su parte, Jon Lee Anderson escribe con un estilo más neutro y, en mi opinión, en ese sentido más efectivo, pues en sus crónicas realiza un esfuerzo por no tomar partido de manera visible (aunque tampoco es difícil suponer de qué lado se encuentran sus simpatías), permitiendo que sean los personajes, o la realidad en cuestión quienes “hablen” y resalten las diferencias entre un modo de vida y otro. También encuentro que recurre a un lenguaje más conciso y menos florido que el del periodista polaco, lo cual me parece que va en sintonía con la diferencia mencionada con anterioridad.

La herencia colonial y otras maldiciones (Sexto Piso, 2012), nominada a los XII Premios Cálamo
Desde el inicio de la crisis, las editoriales se han afanado en publicar títulos que diesen cuenta de la catastrófica situación socioeconómica en Europa y Estados Unidos. ¿Aceptarías que hemos hecho mal dejando de lado lo que está pasando en países como los que Anderson retrata en sus crónicas? ¿Nos hemos vuelto demasiado eurocéntricos a la hora de pensar el presente?

Me parece que sí, pero no pienso que sea un fenómeno reciente sino la continuación de una forma de entender la realidad de nuestro mundo. Tanto Jon Lee Anderson como, de nuevo, Kapuściński insisten en que África es un continente tan diverso que resulta incluso un poco absurdo querer encasillarlo en cualquier puñado de categorías reduccionistas.

Quisiera dar otro ejemplo de un escritor keniano que publicaremos próximamente en Editorial Sexto Piso, Binyavanga Wainaina, quien se dio a conocer internacionalmente luego de enviar un furioso correo electrónico al editor de la prestigiosa revista Granta, por un número que habían publicado sobre literatura africana, “como si África y los africanos no fueran parte de la conversación, como si no vivieran al otro lado de la calle de la oficina de Granta”. Es decir que incluso en un intento serio por “conocer” la literatura africana, continúa prevaleciendo la visión eurocéntrica de ese continente. Por eso libros como el de Jon Lee Anderson tienen tanto valor, porque en lugar de imponer una visión determinada, permiten que sea la parte de la realidad africana que le es dado relatar la que se exprese, y no lo contrario, como sucede muy a menudo cuando se habla sobre África.

Ahora que los medios de comunicación se encuentran en una grave crisis de modelo, agudizada por la situación económica, ¿estimarías que los libros podrán sustituir en un futuro a la prensa como soporte de lectura para el reportaje largo?

En primer lugar, me parece que si bien es normal que la incertidumbre producida por la crisis genere el anhelo de predecir lo que ocurrirá, en estos asuntos es prácticamente estéril realizar predicciones, pues a me parece que en realidad nadie tiene una idea ni remota de lo que depara el futuro del libro y demás medios impresos. Recuerdo que el legendario editor Jason Epstein profetizaba en La industria del libro que las máquinas de edición bajo demanda cobrarían tal auge que suplantarían a la producción tradicional de tirajes largos, algo que desde luego no sucedió a la escala que él vislumbraba ni remotamente.

Habiendo dicho esto, me aventuraría a decir que el reportaje precisa de una inmediatez y una frescura que los libros por sus características esenciales no poseen. Por lo tanto, considero que si bien se reducirán los medios disponibles para su publicación, seguirán existiendo los necesarios para dar cabida a este tipo de reportajes. En el mejor de los casos, la reducción de espacios podría elevar el nivel de calidad necesario, pues como todos sabemos el periodismo de fondo es excesivamente caro, así que quizá los editores de medios impresos tenderán a seleccionar con mayor cuidado en qué emplear los recursos disponibles para este tipo de periodismo.

Jon Lee Anderson se queja de que la historia africana está mediada e interpretada por blancos y europeos colonialistas. ¿Qué ejemplos de tópicos o falsedades desmontaría JLA en este libro?

Pienso que más que desnudar ciertas falsedades específicas en concreto, como si Jon Lee descubriera el hilo negro del engaño sobre África que ha impuesto la perspectiva colonialista, lo que revela es, insisto, una realidad política, económica y social de una complejidad y una sutileza desconocidas para la inmensa mayoría de los occidentales. Asimismo, y sin intención explícita de poner en la llaga o de participar del autodesprecio propio de ciertos círculos progresistas, Jon Lee deja claro que existe una línea directa entre las atrocidades del colonialismo y los rasgos más atroces que puedan vivir actualmente varios de los países africanos en donde ha trabajado como periodista. Es decir, que la parte de caos y violencia que subsiste no es en modo alguno inherente a la organización política de las naciones africanas per se, sino a un pasado de brutalidad y opresión del que de algún modo no han conseguido aún escapar del todo.

«Jon Lee deja claro que existe una línea directa entre las atrocidades del colonialismo y los rasgos más atroces que puedan vivir actualmente varios de los países africanos en donde ha trabajado como periodista.»
¿Existe en España un tejido fuerte de lectores de crónica y ensayo, o por el contrario sigue siendo más valorada la ficción?

Pienso que la ficción es más valorada en términos generales por un porcentaje importante de lectores, pero por lo mismo se publica en cantidades considerablemente mayores a la crónica y el ensayo, y de ahí que sea fácil que incluso grandes libros pasen inadvertidos entre el torrente de best-sellers que encima gozan de un estridente aparato publicitario. En cambio, si bien la crónica y el ensayo cuentan con un público más reducido, tengo la impresión de que resulta más fácil que las propuestas de calidad encuentren los espacios adecuados para llegar a los lectores interesados. En ese sentido, la experiencia de publicar un libro de Jon Lee Anderson ha demostrado que de manera gradual este tipo de libros se van abriendo paso y que a pesar de no ser tan explosivos inicialmente como un libro exitoso de ficción, compensan con un ritmo constante que permite que en última instancia terminen siendo leídos por un número nada despreciable de lectores, al menos desde nuestra perspectiva particular como editores.

Primeras páginas de La herencia colonial.

La herencia colonial y otras maldiciones en Cálamo.  

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