jueves, 4 de abril de 2013

José Luis Amores: «Parecía increíble que nadie se hubiera planteado publicar en español la primera novela de David Foster Wallace» Nuevos tiempos, nuevas editoriales (II)


Como José Luis Amores afirma, su editorial Pálido Fuego nace tras 30 años de lecturas, y de un continuo y apasionado aprendizaje en el terreno literario que sigue creciendo cada día. 
¿Está todo el ámbito literario cubierto por las editoriales actuales? Parece ser que no, que todavía queda mucho por traducir, y libros nacionales por editar, y proyectos por descubrir. ¿Cómo podemos demostrarlo? El arranque de Pálido Fuego, hace tan solo un año, no podía haber sido mejor. Hablamos con José Luis Amores de la experiencia de los comienzos, de su trayectoria como lector y editor, pero, por encima de todo, del futuro de la editorial: se presenta un 2013 intenso, cargado de enérgicas propuestas y de sorpresas renovadoras.

José Luis Amores, editor de Pálido Fuego. 
—Pálido Fuego es un nuevo brote verde editorial, independiente y joven, que desafía, como debe ser, a la parálisis de la crisis. Como firmes amantes del arte, ajenos al bestsellerismo omnipresente, ¿qué criterios habéis elegido a la hora de arrancar este proyecto? ¿Visteis alguna laguna que debía ser cubierta en el panorama editorial español —también en el independiente—, y una demanda lectora que merecía ser atendida?

—Llevaba años leyendo cosas que no estaban editadas en español. Podría decirse que mi comportamiento era un tanto “trotalibros”. Y con determinadas obras llega un momento en que piensas “ojalá las leyeran más personas para poder compartir sensaciones con ellas”. Por ejemplo, a William T. Vollmann lo descubrí gracias a El Aleph, y luego le dieron el National Book Award y Mondadori editó Europa Central. Pero resulta que este hombre ya había escrito un puñado de obras maestras que no teníamos en nuestro idioma. Si querías leerlas tenías que comprarlas fuera y trasegar con el inglés. Lo mismo pasaba con la primera novela de David Foster Wallace, La escoba del sistema, parecía increíble que nadie se hubiera planteado publicarla en español. Uno pensaba que a la fuerza tenía que ser un mal libro cuando la verdad era justo la contraria. O Mi primo, mi gastroenterólogo, de Mark Leyner: otra obra maestra despreciada por nuestro autista sistema editorial.

Hemos estado leyendo lo poco que la dictadura de la comercialidad nos ha permitido —o lo mucho, pero en todo caso nos faltan muchas cosas, y de otras nada valiosas tenemos demasiado—, y tenía que llegar un momento en el que alguien dijera basta de un modo práctico, sin quejas. Simplemente nos pusimos a trabajar, sin pensar en términos como “demanda” o “nicho de mercado”. En criterios sí pensamos, obviamente: sólo publicaremos lo mejor de lo mejor que no esté ya disponible.

Habiendo empezado por un grande como David Foster Wallace y editado su primera novela inédita y unas conversaciones que los muchos seguidores del autor han apreciado, ¿cuál es la línea que pensáis seguir a partir de ahora? Como planteáis en vuestra presentación en la web, ¿había un punto del que partir y a partir de ahora también se trata de dejaros llevar?

—Queremos ampliar el rango de idiomas desde el que traducimos. En breve incluiremos el francés, y puede que un poco más adelante nos atrevamos con el alemán. Aún somos una empresa pequeña para pensar en mayores ampliaciones, y tampoco nos consta que, más allá de los tres idiomas señalados (inglés incluido), el número de obras maestras no traducidas al español sea demasiado elevado.

También comenzaremos a publicar obras originales en español. La primera, de hecho, saldrá en junio. La ha escrito Germán Sierra y se titula Standards

Aunque hemos de decir que hemos sido nosotros quienes nos hemos dirigido al autor, y no al revés. Nos falta mucho aún para poder recibir originales y valorarlos de modo apropiado, aunque éstos no paran de llegarnos.
O sea, que tenemos muy claro de dónde partimos, y también qué camino queremos que siga nuestro proyecto. La lista de obras en cartera (contratadas y pendientes de publicación pero también la, por así decir, “lista de deseos”) es más que respetable. Si los dioses no nos retiran el saludo, tenemos trabajo para años.

—Quizás sea el tejido de librerías independientes el que más sensible está siendo a vuestro trabajo. ¿Contáis con su respaldo para lograr avanzar en vuestro trabajo editorial?  ¿Cómo ha sido su recibimiento en las presentaciones que habéis hecho?

Las librerías independientes son lo mejor que tiene nuestro sistema editorial. Ellas y sus clientes. Su respaldo está siendo adecuado, estamos satisfechos y agradecidos con ellas. La gente de Tipos Infames, Antonio Machado, Librería Rafael Alberti o La Buena Vida, todas ellas en Madrid; o la de LAIE en Barcelona (aunque también La Central, aunque ésta sea más grande, tanto en Madrid como en Barcelona). Y Luces, en Málaga. Y tantas otras que están haciendo una labor magnífica en todo el país, aunque por motivos obvios no hayamos podido acercarnos a ellas. La sensación que tenemos es buena en general, la verdad.

—Los críticos y periodistas se han hecho buen resorte de vuestro trabajo. ¿Existen, todavía, los críticos que anteponen su rigor a las demandas del mercado?

—Me consta que así es. Cuando un crítico ha hablado de alguno de nuestros libros es porque le ha gustado y le ha apetecido decirlo públicamente. Nuestra capacidad de presión mediática es literalmente nula. No conocemos a ningún periodista, y a los pocos críticos que conocemos ahora los hemos conocido a raíz de la aparición de nuestros libros.
De todas formas, a excepción del mercado de los best-sellers auténticos (ya sabes, los libros que venden cientos de miles de ejemplares allá donde se publiquen), no creo que exista lo que se dice una presión sobre el crítico que sea efectiva o eficaz en el sentido de que afecte a sus ventas. Los tiempos en que se compraban libros a raíz de una buena reseña han pasado. A los lectores nos gusta que se hable de los libros que nos gustan, parece que nos acercamos más a las reseñas para validar nuestra opinión o para buscar esa interpretación que se nos pudiera haber escapado, pero el libro ya lo habremos leído para entonces.

«no creo que exista lo que se dice una presión sobre el crítico que sea efectiva o eficaz en el sentido de que afecte a sus ventas. Los tiempos en que se compraban libros a raíz de una buena reseña han pasado»




Siempre he pensado que, más que los críticos o reseñistas, los verdaderos prescriptores son los libreros. Por activa o por pasiva. Dando preeminencia a unos títulos frente a otros, realzándolos o relegándolos, les dan vida o los condenan. Hace poco estuve en una presentación en Madrid y aproveché para visitar a un librero joven que trabaja en una librería con solera. Me quedé con él casi una hora por el puro placer de verle vender literatura de verdad a casi cada cliente que entraba al establecimiento. Con artistas como él, a la literatura le sobran las reseñas. Y al día siguiente fui a una librería enorme que pertenece a una famosa cadena, y busqué uno de los títulos de mi editorial pero no lo encontré. Le pregunté a una vendedora, quien me lo señaló con el dedo. Había un montón de ejemplares en el sitio más visible aunque, al menos para mí, menos obvio: junto a los títulos de grandes grupos editoriales y los más vendidos. Según me dijo la vendedora, la decisión de colocarlo allí había sido del gerente del establecimiento. “Por estar ahí, las editoriales pagan”, me dijo.

—En cuanto a vuestro público, ¿qué feedback lector os ha llegado?

—No ha habido tiempo para que la respuesta sea valorable. Los tres primeros títulos se han vendido y se están vendiendo muy bien, bastante por encima de lo esperado, y ese es el mejor feedback que podríamos tener. Por otro lado, si tenemos en cuenta que gran parte de nuestros lectores potenciales disponen de poco tiempo para informarse en la red, y que se guían por las selecciones de literatura de sus librerías de cabecera, podría decirse que aún estamos arrancando. Necesitamos que esos lectores sepan de nuestra existencia, y por ello necesitamos que los prescriptores más eficaces, los libreros, confíen en nuestro producto.

—Como lector, antes de convertirte en editor, ¿cómo te formaste, qué referencias te marcaron a la hora de decidir convertirte en editor?

—Supongo que te refieres a cómo he ido forjando un criterio personal. Bueno, mis padres leían. En casa había (hay) muchos libros. Obviamente me refiero a que había mucha literatura: Vargas-Llosa, Borges, Blasco Ibáñez, Cela, James, Dostoievski, había una miscelánea importante y también mucho ensayo histórico, pero muy pocos best-sellers. Los best-sellers comenzamos a comprarlos nosotros, mis hermanos y yo, cuando éramos niños y queríamos leer historias de terror o violentas, género blando y cosas así. Además, enfrente de casa había una biblioteca bastante bien surtida. Ahora la han eliminado y han colocado en su lugar alguna asociación de cante jondo o maniobras folclóricas en la oscuridad, no me he fijado bien. Supongo que, cuando sólo había libros, ya no entraba nadie.
Me recuerdo siempre leyendo por puro placer, y de ir aumentando la seriedad de las lecturas conforme me daba cuenta de que con determinadas cosas ya no experimentaba dicho placer. Leer a Cortázar o a Joyce de muy joven me supuso un gran impacto, por ejemplo. Hoy día eso parece casi imposible porque el déficit de atención de nuestros jóvenes es alarmante. Parecen capaces de estar siempre haciendo lo mismo, si eso que están haciendo no implica soledad “aparente” alguna.
También ha influido en mi formación como lector el haber viajado bastante desde que tenía veintipocos años, principalmente por razones de trabajo. Mark Leyner dijo que siempre que llegaba a una habitación de hotel lo que hacía era comprobar que la tele funcionaba. Creo que yo jamás he encendido la tele cuando he estado solo en un hotel, y han sido unas cuantas miles de noches las que he estado solo en una habitación de hotel, salvo en momentos puntuales, como el 11 de septiembre de 2001 —que me cogió en Alcalá de Henares—, o el 11 de marzo de 2004, que estaba en un pueblo de Cádiz.

«De más de treinta años de lecturas fue surgiendo poco a poco la idea de crear este proyecto, enfocado a un tipo de literatura exigente, que huye de la mediocridad, y la cual sé que tiene un número considerable de adeptos»


—¿Es posible, tal y como está la situación, crear una nueva editorial sostenible a nivel económico? ¿Qué motivos te llevaron a dedicarte a la edición?

—Aún no sé si es posible. Si todo se siguiera desarrollando como hasta ahora, la respuesta es un sí rotundo, porque creo que, además, nuestra visibilidad irá mejorando poco a poco y nos asentaremos. Aún me llegan mails felicitándonos por publicar un libro al mes desde que comenzó el año. Es como si no se hubieran creído las previsiones que en su momento enviamos por correo, que decían que publicaríamos un libro al mes hasta que llegara el verano.
Como he dicho anteriormente, a esta idea llegué porque sabía que fuera de nuestro mercado —me refiero al mercado del idioma español— había muchas obras que merecían estar en él y no marginadas o excluidas por razones muchas veces espurias. Y el punto de arranque fue House of Leaves, de Mark Danielewski. Pregunté a su agente si estaban disponibles los derechos en español y ésta me dijo que sí. Como el coste de producción de la novela es elevado, hablé con los responsables de Alpha Decay y acordamos coeditar el libro para balancear la inversión. El resto es historia o pasará a serlo: simplemente había que plantarse frente a la estantería de casa y decidir qué y cuándo, y nos pusimos en marcha.

—Pese a que Barcelona y Madrid focalizan muchas veces el panorama literario, como en Málaga, ciudad en la que resides, ¿qué otros lugares consideras relevantes dentro de la actividad del mundo literario?

—Valencia, Zaragoza, Bilbao, Palma de Mallorca, Girona. Parece que Sevilla apunta maneras. En la provincia de A Coruña hay grandes escritores. En todos estos lugares puede afirmarse que hay “ambiente”.

—¿Qué piensas de la literatura norteamericana posterior a la generación de los 60? ¿Crees que se ha abusado demasiado del filón de la narrativa posmoderna norteamericana?

—¡Después de los 60 es cuando ha sucedido todo! Por motivos puramente demográficos, en Estados Unidos hay una mayor abundancia de buena literatura que en otros países. Hablamos de un país enorme y bastante poblado. Y un país, además, que hasta no hace mucho ha sabido cómo formar y aprovechar su cantera. Es lógico que, con estos condicionantes, su superioridad numérica en cuanto a obras de calidad sea apabullante. También ganan en lo que se refiere a número de bodrios: los hay a miles.
Como no he vivido en Estados Unidos, no puedo decirte si a un nivel menor se ha abusado o no del posmodernismo —término que, dicho sea de paso, habría que definir y matizar porque, como suele decirse, no es oro todo lo que reluce y, además, hay cosas que brillan y son claramente posmodernas pero no nos damos ni cuenta—. David Foster Wallace definió, en una entrevista con Larry McCaffery, como “maquinistas” a aquellos que copian estilos y modas y se dedican a darle a la manivela para producir lo que vendrían a ser bolitas de metaficción (esto es lo que la mayoría entiende por posmodernismo, esa autoconsciencia narrativa tan implantada y aceptada en la televisión y el cine pero que, según parece, es mayoritariamente denostada cuando se desarrolla en una página, aun cuando se inventara en ella —recordemos a Cervantes, a Sterne— y la televisión y las películas tan sólo la adaptaran o, mejor dicho, adoptaran). Pero creo que no se ha “abusado” para nada del posmodernismo si lo comparamos con el abuso brutal que se ha hecho y se sigue haciendo del modernismo, y del romanticismo, y del naturalismo, y de todos los –ismos anteriores al posmodernismo. Si nos fijamos en el ratio obras “avanzadas” versus obras ancladas en corrientes del pasado —o directamente “viejunas”—, se diría que seguimos anclados en la Edad Media.


—Estáis preparando junto a Alpha Decay una edición espectacular de House of Leaves. ¿En qué consistirá exactamente? Pese al alto coste, ¿consideras que este tipo de obras merecen ser editadas y reivindicadas?

—La novela la ha traducido Javier Calvo, y creo que con esto respondo a, al menos, un cuarto de la pregunta y a bastante más de la mitad del trabajo total. Ahora mismo está en proceso de maquetación con dos diseñadores diferentes, porque obviamente vamos a entregarle al lector en español una copia idéntica al original en inglés en cuanto a su aspecto se refiere.
El coste, como bien dices, es elevado debido a la necesidad de imprimir en cuatricomía, o en colores. Y vamos a intentar que dicho exceso no se repercuta en el precio de venta del libro.
Esta obra, como las demás que hemos publicado y vamos a publicar (en otoño, por ejemplo, además de House of Leaves, publicamos The Public Burning, de Robert Coover, un libro que ocupa el cuarto puesto en la lista de las 100 mejores novelas en lengua inglesa del siglo XX que elaboró Larry McCaffery —como respuesta a la que en 1999 elaboró una filial de Random House—, tras Pálido Fuego, de Nabokov, Ulises, de Joyce, y El arcoíris de gravedad, de Pynchon), no sólo merecen ser editadas en nuestro idioma sino ocupar un puesto de honor en él.

—Hace unos días, Ignacio Echevarría decía en El Cultural: "son la indigencia del debate cultural, su insolvencia, las que explican que cundan el desánimo y el retraimiento". ¿Estás de acuerdo con que hay un estado de indigencia en el debate cultural?

—No creo que, en lo que respecta a la influencia de la cultura en la vida social, España sea muy diferente del resto de países industrializados. Aquí triunfan las mismas tonterías que en Francia, Reino Unido y USA. Eso dice poco de nuestra sociedad, obviamente, pero sin restringir esa mala opinión a una región tan pequeña como lo es España.
Y lo lamentable, en mi opinión, es que el debate cultural, tanto aquí como fuera de aquí, se centre en banalidades tales como “abajo el libro físico, arriba el e-book”, “la saga tal o cual barre en ventas”, “fulano ha rechazado tal honor” o “mengano ha escrito la novela del año que no te puedes perder”. El “debate cultural” trata las incidencias, inclemencias e indecencias del mercado como si éste tuviera un tamaño colosal, como si el número de lectores reales —excluidos los ocasionales— fuera equiparable al de abonados del mercado de telefonía móvil, cuando resulta que tal mercado se reduce a un grupo insignificante en número si se compara con la audiencia de cualquier chorrada con visitas de verdad en Youtube.

«Lo lamentable es que el debate cultural, tanto aquí como fuera de aquí, se centre en banalidades tales como “abajo el libro físico, arriba el e-book”, “la saga tal o cual barre en ventas”, “fulano ha rechazado tal honor” o “mengano ha escrito la novela del año que no te puedes perder”»

Si Echevarría se refiere a las tensiones internas que existen entre los actores, dedicados y amateurs, de ese debate, ya no lo sé. Quizá sea cierto que, de un tiempo a esta parte, “venda” más la grosería y el esperpento que la profesionalidad. Pero eso también sucede más allá de los Pirineos y el Atlántico, y también se trata de una moda que, como todo lo que se nutre del desprecio ajeno, acabará cansando y desapareciendo o transformándose en algo completamente distinto. El tiempo lo dirá.

—¿Qué nos espera de parte de Pálido Fuego este agitado 2013?

—Libros. Para empezar, el próximo lunes 8 de abril publicamos Mi primo, mi gastroenterólogo, de Mark Leyner, un libro que deberíamos haber tenido disponible hace al menos doce años. Después la primera novela de un autor británico desconocido en España, Socrates Adams, aunque al fin y al cabo todo autor extranjero es desconocido cuando arranca en un país ajeno al suyo, y son los libreros y los lectores quienes tienen que opinar sobre él y confiar en él. Y para cerrar el semestre publicamos la nueva novela de Germán Sierra.
En otoño, como he dicho, publicaremos las novelas de Coover y Danielewski, y tenemos dos libros más en cartera —A Naked Singularity, de Sergio de la Pava, y The Rainbow Stories, de William T. Vollmann—, aunque seguramente no terminemos el año con ninguna de ellas sino con otra cuyos derechos estamos negociando ahora mismo, y cuyo título vas a permitirme que no revele, pues tener la boca cerrada en este sector cuando hay que tenerla cerrada ha sido una lección que he aprendido a base de “práctica”.

1 comentario :

  1. ¡Ni qué decir que han logrado que se le haga a uno agua la boca! Es este tipo de iniciativas, tan caras a los lectores, las que constituyen auténticos regalos que nunca terminaremos de agradecer lo suficiente. O sí: adquiriendo los libros correspondientes. En hora buena y en buena lid que logren la pervivencia.

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