jueves, 30 de mayo de 2013

Ramon Girbau: «¿Nuestro lector? Alguien que lee de rodillas, con devoción»

La primera persona con la que uno se topa cuando quiere dirigirse al sello editorial Días Contados es Virginia Woolf. Ni más ni menos. 

«He soñado a veces que cuando amanezca el día del juicio, y los grandes conquistadores y abogados y juristas y gobernantes se acerquen para recibir su recompensa, el Todopoderoso, al vernos llegar con nuestros libros bajo el brazo, se volverá hacia Pedro y dirá, no sin cierta envidia: “míralos; estos no necesitan recompensa. No tenemos nada que darles. Son los amantes de la lectura.»

He aquí el noble emblema que encabeza el pórtico a la casa de Días Contados, dentro de la cual conversamos con su editor Ramon Girbau, uno de los artífices de esta exquisita editorial barcelonesa, que nos ha surtido de más de uno y de dos títulos magníficos. 

***

A pesar de las inclemencias, los lectores más exigentes han podido constatar de un tiempo a esta parte cómo las librerías vienen surtiéndose de una notable relación de editores independiente y tremendamente exigentes. Dentro de ese marco de clara determinación hacia la literatura más elegante, ¿cuál es el distintivo de Días Contados que hace de él un sello único? 

Si se nos permite la licencia y la ironía —y admitiendo a mero título de hipótesis que Días Contados sea un sello único—, se trataría de que estemos editando libros a pesar de nuestra práctica inexistencia: lo cierto es que la editorial no tiene estructura alguna, ni empleados, ni agentes ni distribuidor, y se basa exclusivamente en el trabajo y el tesón de dos personas, tres amigos y una gata (pelo corto, color gris y ojos ámbar). El resto de atributos fundamentales (el gusto por la literatura, el gusto por los libros, religados, con una cubierta como Dios manda y con páginas de papel, la ilusión desinteresada y una cierta presbicia para el negocio) son comunes a un puñado de proyectos editoriales que trabajan y resisten en la misma línea y que hacen que pasearse por algunas librerías sea todavía un placer sin parangón.

Aunque todo editor estime que quiere a todos sus hijos por igual, ¿dirías que hay alguna joya de la corona en el catálogo? 

No sé si coincidiríamos necesariamente todos los implicados (los dos + tres + la gata): quizás Aprendizaje del dolor, de Carlo Emilio Gadda, sea nuestro libro más poderoso y en el que más nos tocó trabajar. Un long-badseller, por supuesto, pero sin discusión la mejor de nuestras portadas.

¿De dónde surgen los editores de Días Contados y cómo llegan a idear el concepto del sello? 

La cosa arranca de una serie de conversaciones informales en las que, por motivos distintos unos y otros, confluye un deseo de pasar de leer (y comprar) lo que otros editan a proponer a otros lo que sería bueno que leyeran (y compraran). Se trata de un impulso un punto ingenuo y modesto pero realista y con una clara comprensión desde el principio de las exigencias de la contabilidad. Diríamos, tras cuatro años de andadura y veinte títulos publicados, que el propósito se está cumpliendo muy razonablemente: sin beneficio material pero sin pérdidas inasumibles, y con la ilusión intacta.

«El gusto por la literatura, el gusto por los libros… son comunes a un puñado de proyectos editoriales que trabajan y resisten en la misma línea,  y que hacen que pasearse por algunas librerías sea todavía un placer sin parangón« 

Días contados edita en castellano y en catalán. ¿Cuál es el criterio que habéis seguido para volcar las respectivas obras a uno u otro idioma? 

El bilingüismo es una clara afirmación de principios desde el inicio mismo del proyecto. Se trata de un bilingüismo algo asimétrico (José Jiménez Lozano nos prologó, en castellano y del bueno, la traducción al catalán del Diario de Julien Green correspondiente a los años 1933 a 1939, y Antonio Muñoz Molina, con el mismo esquema y generosidad, la traducción catalana de Historias de Kolimá, de Varlam Chalámov) pero en el que vamos a seguir insistiendo y que los lectores que buscamos no sólo soportan sino que apoyan, diríamos. El criterio de elección es un punto errático: a veces la disponibilidad de los derechos, otras el deseo de trabajar con un traductor determinado, sin reglas preconcebidas. El caso es que, a la postre, resulta que hemos publicado aproximadamente la mitad en una lengua y la mitad en la otra, y que la respuesta de los lectores ha sido muy razonablemente buena en ambos casos.



¿Cómo describiríais al lector de Días contados? 

A alguien que lee de rodillas, con devoción. Sexo, raza, edad, credo, filiación: irrelevantes.

Sobriedad, sofisticación, minimalismo, pulcritud… son las señas en el diseño de los libros. ¿Qué editoriales o diseñadores os sirvieron como referente? 

Por abreviar y aunque el resultado final sea diverso: Pre-Textos y Verdier. Y habría que citar, claro, la portada de La ciudad y los perros de Seix Barral, de hace ya tantos años.

De principio a fin, es imposible pasar por alto vuestro manifiesto de intenciones. Siendo un sello de distribución nacional destacáis la idiosincrasia barcelonesa; aclaráis que el vuestro es un espíritu liberal en un tiempo en que esta palabra casi parece un tabú; y al fin habláis de publicar «pequeños textos mayores de las letras contemporáneas por el sólo gusto de hacerlo». ¿Provocadores por naturaleza?, ¿o simplemente sinceros en una época de mucho comedimiento?  

Lo escribimos al inicio, como quien dice a mano en una servilleta, y sigue valiendo. La cita impagable de Virginia Woolf que encabeza nuestra página web nos sigue sonando tan bonita como cuando empezamos.

«Quizás Aprendizaje del dolor, de Carlo Emilio Gadda, sea nuestro libro más poderoso y en el que más nos tocó trabajar.» 

Por lo común, la actitud de los editores en España suele pivotar entre dos lemas: «Cada vez hay menos lectores y el futuro sólo puede ser negro», o bien «Aún está todo por hacer». ¿Optimistas o pesimistas, y con qué matices? 

La pregunta es buena porque ambas afirmaciones son justamente ciertas. Las enfrentamos, también desde el principio, con realismo e ilusión. De ahí el nombre de la editorial, huelga decirlo. 

viernes, 24 de mayo de 2013

Javier López Menacho: «hay que aferrarse a los sueños e ilusiones que nos queden»

Javier López Menacho plantó cara a su situación laboral cuando ya no pudo aguantar más. De trabajo precario en trabajo mal pagado, el agotamiento aumentaba y sus expectativas laborales caían en picado, como lamentablemente sigue ocurriendo en España. Su interés por la escritura sufrió un nuevo aliento gracias a un curso de periodismo narrativo. Ya habían arrancado sus conocidas crónicas, las chococrónicas, de cuando Menacho trabajaba con un disfraz de chocolatina por algunos centros comerciales. Con buena prosa, sentido del humor y no sin falta de crítica hacia las injusticias del momento, continuó con el proyecto de desahogo literario hasta que vio que de ahí podía salir una novela: Yo, precario. La novela no solo salió, sino que ha generado un revuelo en el mundo periodístico necesario y sano. El interés de los medios de comunicación y de los críticos literarios sigue en aumento, pero su honestidad se mantiene, igual que al principio. Desde la primera crónica hasta esta entrevista. Y esto es solo el comienzo.

                                                                                         Por Ana Portnoy.

Tendremos la oportunidad de conocer a Javier en la librería Cálamo el próximo martes 28 de mayo.

—Apareciste con discreción en el panorama literario, y la cosa no ha hecho más que crecer. ¿Crees que tu libro ha salido en el momento oportuno, que ahora la gente está receptiva ante este tipo de situaciones de precariedad laboral? 

—Siempre defiendo la honestidad de este libro. Su escritura no entendía de fechas ni de publicaciones. Lo escribí como catarsis personal, sin pensar en que fuera, o no, oportuno. De hecho, ni siquiera tenía editorial, eso surgió más tarde y porque yo la busqué, así que siempre que me dicen que si ha sido un libro oportunista respondo que no, que fue creado con una intención puramente literaria. Me siento brutalmente honesto.

—Lamentablemente, este tipo de empleos han existido siempre, mal pagados y abusivos, ¿quizás ahora son todavía más duros y exigentes?

—Los trabajos abusivos y mal pagados, como dices, siempre han existido y, me temo, existirán. Lo que pasa es que ahora se han generalizado y encontramos más trabajos mal pagados que decentemente remunerados. El trabajo precario se ha extendido como una plaga social, los derechos laborales se han recortado y la reforma laboral ha ayudado a que existan más desigualdades. Se han bajado los sueldos, han subido los impuestos y se despide con mayor facilidad. Esto genera una sensación de urgencia muy peligrosa a nivel social. La dureza y exigencia siempre estuvieron ahí, sólo que ahora lo vemos más. 

—¿Por qué decides llamar a tu trabajo de blogger ‘chococrónica? ¿Qué necesidad tuviste para comenzar a escribir esas experiencias y no hablar, pongamos, de cualquier otro tema para no pensar justamente en tu trabajo?

—Lo llamé chococrónica porque me parecía que la fonética era atractiva, por el juego entre mascota de chocolatina y crónica, porque tenía gancho. La realidad fue que tenía un 200% más de visitas en apenas 3 o 4 crónicas.
Por otro lado, tenía que quitarme el demonio que albergaba en mi interior. 

Estaba pasando una mala situación laboral y eso repercutía en mi vida personal, llevándome a una constante insatisfacción. Así que busqué maneras de aferrarme a otras ilusiones, alejadas del ámbito laboral. Estaba estudiando un curso de periodismo narrativo, así que vino en el mejor momento.


Empecé a quitarme esa sarna que iba acumulando narrando mis vivencias. Fue terapéutico y me ayudaba a mantener mi cabeza en orden. A parte, me ayudaba a quitarme rencor y me daba un motivo para ir al trabajo. Todo encajaba perfectamente. Cuando llevaba varias crónicas, comencé a pensar en clave de novela.

—¿Notaste en algún momento que te estabas forjando un personaje? Es decir, ¿que ibas dejando de ser Menacho para convertirte en ChocoMenacho?

—Lo he notado, y lo noto, mucho. El boom mediático es así. He intentado controlarlo, pero me ha pillado desprevenido (nadie esperaba una respuesta así), demasiado ingenuo para un mundo así. Me convierto, sin quererlo, en una caricatura de mí mismo. Lo bueno de todo esto es que los medios no tienen memoria, y el día de mañana, seré pasto del olvido y me tendré que ganar de nuevo la voluntad de un editor. Así que dentro de lo que cabe, estoy bastante tranquilo. Al final, todo vuelve a la literatura.

—Tu testimonio es una prueba de resistencia, de querer sobrevivir de una forma digna ante un presente oscuro. Pese a las condiciones laborales, mantuviste tu voluntad de escritor y finalmente has logrado un resultado que está llegando a mucha gente. ¿Deben los jóvenes españoles continuar luchando por hallar un trabajo digno en este país o realmente hay que irse fuera?

«Me niego a creer que la única solución sea partir»

Y también me repito mucho pero hay que aferrarse a los sueños e ilusiones que nos queden. Buscar tu factor diferencial, eso que sólo tienes tú, y aprovecharlo, sacarle el máximo partido. Ser proactivo y mirar más allá de esta realidad tenebrosa. Así que abogo por estar donde queremos estar y no resignarnos a que nos impongan una realidad. No, hay que lucharlo mucho antes de tirar la toalla.

Yo, precario.

—Una vez ya has podido plasmar y publicar lo que es tu primer trabajo como cronista en forma de libro, ¿cuál es el siguiente paso que quieres dar? ¿te has planteado alguna vez lanzarte a la ficción?

Pase lo que pase, no habrá un yo, precario 2. Hay 2 terrenos sobre los que me quiero desarrollar. Uno es el ámbito de la ficción, donde quiero acampar en mis próximos proyectos. Y el otro es seguir, de alguna manera, con la crónica periodística y narrativa. Pero para ello necesito un motivo, una intencionalidad igualmente pensada. Me gustaría hacer algo tipo 'On fire', de Joe Kelso y Vanity Dust, pero no tan hardcore. O sí, no sé. Alguna crónica de mayor extensión.  

—A nivel de referentes, siempre mencionas a autores del campo del periodismo y también de la literatura, ¿cuáles han sido dichos autores? ¿qué sacaste de cada uno de ellos?

—Tengo muchos referentes. El que más me influyó fue Hunter S. Thompson, porque Anagrama sacó por las fechas de la creación del libro, 'El escritor gonzo'. Realmente fue el germen de la idea semigonza de las chococrónicas. Y luego también me gusta mucho Rodrigo Fresán, Martín Caparrós, y alejados de ese estilo, Gabriela Wiener o Enric González

«Se confunden narradores que hacen periodismo con periodistas que hacen de narradores. Y eso es bueno, aporta riqueza, pluralidad, amplitud de miras»

—¿Qué piensas del panorama mediático actual? ¿Está la prensa a la altura de las trágicas circunstancias del país? ¿Cómo crees que se podría mejorar el periodismo en España?

Como cualquier persona que conozca mínimamente la realidad, pienso que estamos en un mal momento. Los periodistas se están convirtiendo en multiusos que cortan y pegan notas de prensa y que van a mil por hora, mal pagados y con la espada de Damocles siempre sobre su cabeza. Por tanto, así no hay quién haga buen periodismo. O al menos, no generalizadamente. Los medios tradicionales de papel, cada vez se le notan más sus verdaderos colores y falta independencia
En ese sentido internet ha traído consigo nuevas propuestas interesantes: SigueLeyendo, Jot Down, Orsai, Mongolia, eldiario.es, etc. son medios que mezclan calidad de contenidos e independencia. Creo que por ahí van los tiros. Se tiene que trabajar en cómo hacer viables esos proyectos, cómo conseguir su pervivencia económica. Pero lo que está claro es que hay que hacerlo alejado del sistema piramidal anterior que estaba devorando los periódicos por dentro. Claro, en cuanto se ha apretado la cosa y el de arriba ha querido mantener sus privilegios, se ha desmoronado el castillo de naipes. 

miércoles, 8 de mayo de 2013

Manuel Vilas: «Yo inventé una Zaragoza que no se había visto jamás»

Dónde empieza el personaje de Manuel Vilas y dónde acaba la persona de Manuel Vilas —o al revés— es un interrogante que a veces puede asaltar a quien ha tenido cerca al inconfudible escritor. Pero Vilas no hay uno solo. 
O sí. 
Vilas es uno y muchos. Él es, por encima de todo, una actitud. El arquitecto literario de la Zaragoza actual. Y un ensayista camuflado de contador de historias. Y un inventor polifacético, como así ha revelado con su última novela, El luminoso regalo, en la que ha pegado un giro radical en relación a sus títulos anteriores. Manuel Vilas es también uno de los autores favoritos de Cálamo, y próximo invitado de honor en la librería. Anticipando un merecidísimo homenaje aprovechamos para conversar con él. 



Durante algún tiempo, uno de los detalles de tu literatura más sonados fue el descubrimiento que hiciste de Zaragoza al resto de lectores españoles, acostumbrados a una literatura que parecía pivotar solo entre Madrid y Barcelona. ¿Tendremos más Zaragoza en los próximos títulos de Vilas? ¿Cuál es actualmente tu relación con la ciudad? 

MV: Yo inventé una Zaragoza que no se había visto jamás. La Zaragoza que salía en la literatura anterior o simultánea a la mía era tradicional, histórica, costumbrista y realista, cosa que está muy bien y que aplaudo. Tiene que haber de todo. Pero a mí me apetecía otra cosa y entonces me inventé una posmoderna, fantasiosa, batmaniana, kafkiana, inesperada. Mi relación con la ciudad es excelente. Yo amo Zaragoza, pero me gusta pensar que Zaragoza puede expandirse por terrenos literarios que vayan más allá del realismo y del costumbrismo. Repito: tiene que haber de todo, y Zaragoza da para un imaginario literario inacabable. Se puede seguir haciendo realismo, pero también posmodernidad. Eso es lo bueno: la pluralidad de visiones, eso nos enriquece a todos, y de eso Zaragoza sale cultural y literariamente beneficiada. Cabe todo.
«En tiempos duros los lectores necesitan la verdad; la verdad que muchas veces es contundente, sucia, extraña y difícil de asumir.» 
En el arco que va de España a Los Inmortales, Manuel Vilas parece un narrador con unos rasgos muy reconocibles a sus lectores: escribe contra las formas convencionales, se despliega como un talentoso humorista y a nadie se le escapa su simbología. Luego ya no. Luego llega El luminoso regalo y Vilas —me refiero a ese narrador reconocible— decide cargarse todo eso para empezar otra cosa con unos cimientos  que en cierta forma van contra lo que ya habías construido. ¿Cómo estás llevando ese proceso con tus lectores más fieles?, ¿cómo ves que la gente este llevando el cambio del luminoso Vilas a un Vilas más sombrío?

MV: Yo creo que efectivamente he cambiado, pero hay un sustrato que permanece inalterable, al que podríamos llamar la marca Vilas, que no es otra cosa que escribir bajo unos parámetros morales y literarios diferentes. Ni mejores ni peores, simplemente diferentes. He querido reinventarme como escritor. Me apetecía buscar otros mundos y otras formas. En cuanto a mis lectores, tengo de todo. Unos son fans de 'España', otros de 'Aire Nuestro', y otros de 'El luminoso regalo. No se ponen de acuerdo. Me volvería loco si les hiciese caso. La obligación de un escritor es escribir. Lo demás no es de su competencia.

El luminoso regalo es la última novela de Manuel Vilas y está publicada en Alfaguara (2013)
Hablemos de política. Uno de tus poemas más sonados es aquél de McDonald’s que se contempla en Resurrección, donde podría entenderse que se trata de un encomio al capitalismo (aunque una de las mejores cosas que tienen tus textos es su ambigüedad ideológica). Años después, al menos por lo que de ti sabemos en las redes, parece que te has vuelto bastante más escéptico que entonces. ¿Cómo crees que debemos leer políticamente tus textos? ¿Y qué me dices del propio Manuel Vilas, cuál es su ideario? 

MV: Hace unos días, en una charla en Casablanca, Marruecos, un alumno de instituto me amonestó por insultar a los McDonald´s. Ese alumno había leído mi poema McDonald´s y creía firmemente que ese poema insultaba a la cadena de restaurantes McDonald´s. Se sintió ofendido. Vivimos en tiempos muy raros, y la ambigüedad es una marca de la casa Vilas, porque simplemente la vida, como ya sugirió Cervantes, es ambigua. Nadie sabe qué está pasando. Ese es el tema de mi poema McDonald´s: el misterio de la vida. Mi ideario, como ciudadano y escritor, es bien claro: soy marxista y me gusta especialmente el psicoanálisis de inspiración marxista. El marxismo y el psicoanálisis son los cimientos de cualquier especulación seria sobre la realidad.
«España sigue siendo un país muy pacato a la hora de hablar de sexo y erotismo.»
En tiempos duros y convulsos como los nuestros, ¿qué crees tú que necesitan los lectores, historias trágicas o cómicas?

MV: Necesitan la verdad; el objetivo final de un escritor es escribir la verdad; la verdad que muchas veces es contundente, sucia, extraña y difícil de asumir. Eso pasa en “El luminoso regalo”, novela que me ha permitido comprobar que España sigue siendo un país muy pacato a la hora de hablar de sexo y erotismo.



lunes, 6 de mayo de 2013

Jekyll&Jill: «No nos interesa editar lo predecible. Preferimos experimentar» Nuevos tiempos, nuevas editoriales (IV)

Victor y Jessica funcionan a modo de tándem perfectamente sincronizado. Incluso en las entrevistas sus respuestas generan una sinergía hipnótica y poco habitual. La editorial, que crearon hace tan solo dos años, también tiene doble nombre: Jekyll&Jill. Sin complejos ni limitaciones temáticas, innovan y trabajan en muy distintos campos (desde la fotografía a la narrativa escocesa). Acaban de editar a un autor español, Rubén Martín Giráldez y su rompedor Menos Joven. Por si fuese poco, también han recibido el Premio al Mejor Libro editado en Aragón en 2012 por la obra El Enebro. Y esto es solo el principio. Pese a esta genial fotografía, Victor y Jessica están en plena forma.

Copyright de la imagen: Alejandro Herrero

—El catálogo de Jekyll&Jill cuenta por ahora con 8 títulos. Si se miran con detenimiento, sorprende su variedad temática y la nómina de autores: dos libros de fotografía, una antología, una novela con ilustraciones...Parece que en vez de intentar especializaros en un tipo de libro, vais experimentando a medida que publicáis, ¿por qué decidisteis abarcar campos tan dispares desde el inicio?

—La especialización suele ser una exigencia del mercado, no una inclinación humana. A nosotros personalmente nos interesan cosas muy variadas, y creemos que así les ocurre también a los lectores de los libros que editamos
«No nos interesa seguir una línea editorial predecible; eso sería tremendamente aburrido a la larga. Preferimos experimentar»


Al fundar la editorial más de uno nos aconsejó que creáramos una línea estética para que todos nuestros títulos resultaran reconocibles en las librerías, pero eso nos parece más una trampa que una ventaja ¿y si al cuarto título cambiamos de gustos? Es una cárcel eso de la línea editorial. Nosotros queremos seguir disfrutando con los libros que publiquemos. 

—Vuestro segundo título es una sorprendente antología acerca de la ‘identidad del doble’, de aquella suerte de alterego que algunos autores poseen. ¿Cuál fue el proceso de gestación de vuestra antología Doppelgänger? ¿Cómo seleccionasteis a los autores?

—Pensamos que, como editorial primeriza, sería buena idea mostrar cómo una de nuestras obsesiones, la clásica figura del doble, podía ser representada de maneras muy diferentes a través de distintos autores actuales con estilos bien diferenciados. Pedimos a algunos autores que nos gustaban y a otros que nos presentaron y que también nos gustaron que escribieran un relato sobre el tema del Doppelgänger, y quedamos muy satisfechos con lo que recibimos. Creemos que las principales labores de edición son la selección de obras que sean realmente interesantes, trabajarlas después con cariño y darles una forma atractiva para que lleguen al lector.



—En el caso de la edición de ‘El otro McCoy’, de Brian McCabe,  ¿cómo llegáis a la literatura escocesa?

—Lo cierto es que Brian McCabe estaba ahí ya desde el principio. La parte femenina de la editorial escribió su tesis doctoral sobre la obra de Brian McCabe (que será publicada en el Reino Unido en mayo) y la parte masculina se ofreció a maquetarla, y de paso a enseñarle cómo se debía diseñar un libro. Al tiempo decidimos crear la editorial, y era lógico que quisiéramos sacar a este autor escocés. Fue un gustazo cuando vino a España para presentar la novela y disfrutamos mucho del largo proceso…

—Detrás de cada editor se encuentra una relación particular con la literatura, y esta evoluciona hasta que el paso de lector a editor. ¿Cuál fue vuestro camino hasta llegar a Jekyll&Jill?

—Un camino natural e insano. Las dos partes de la editorial somos devoradores de libros desde pequeños. La parte femenina se doctoró en filología y la parte masculina lleva años trabajando como diseñador editorial (mientras, hace aspavientos con las manos gritando que no le gusta ese término, pero que en estos momentos no encuentra otro mejor). Las dos partes creen también que leer mucho no tiene porqué ser bueno, pero que leer poco o nada es aún mucho peor. En realidad, acabamos editando libros para controlar el mundo y las mentes de los habitantes del planeta tierra. Bueno, algunas mentes, las que se dejen.

—Habéis editado dos libros de fotografía, hecha con tecnología analógica, ¿a qué se debe este alegato en defensa del mundo que dejamos atrás? ¿Tiene algo de nostálgico Jekyll&Jill?

—Si hay algo de nostalgia, es inconsciente. No creemos que la fotografía digital y la analógica sean fases de la misma cosa, ya que no sólo se diferencian en cuanto al soporte (celuloide o sensor), sino en su misma naturaleza: las fotografías digitales son numerosas, instantáneas y sirven para comunicar una cierta manera de ver el mundo, mientras que las fotografías analógicas son escogidas, mimadas y transmiten otras cosas de este mundo. Son lenguajes diferentes, como el vinilo o el reproductor del ordenador: se escuchan de maneras diferentes (de una sentada o dándole al aleatorio). Nos gustaría creer que nuestros libros de fotografía dan ganas de escucharlos enteros.
«Nuestra editorial es poco nostálgica, más bien bebemos tanto de la literatura clásica como de la actual en una sopa inmensa y llena de tropezones» 


(la parte masculina grita que sufre de Aspergen nostálgico y que lo más saludable sería acabar con todas las tradiciones).

—Vuestro último autor publicado, Rubén Martín Giráldez, está dando mucho que hablar. Su propuesta literaria, Menos joven, es un libro arriesgado, con un planteamiento que podríamos llamar experimental, y que dialoga con numerosos autores clásicos. ¿Cómo fue el proceso de edición de ‘Menos joven’? ¿Forma parte, como apuntábamos, de vuestra voluntad como editores por acercaros a los márgenes de la literatura convencional?

—Editar Menos joven nos resultó excitante desde el inicio, cuando leímos el manuscrito de Rubén por primera vez. Nos dijimos que había que publicarlo sí o sí. La conexión con el autor fue instantánea, pues sentimos que Rubén también albergaba en su corazoncito la idea de apoderarse de las mentes de toda la humanidad. Es un tipo perverso Rubén, es difícil no quererlo. Él nos comunicó cómo imaginaba el libro: deseaba ese juego de las cubiertas estilo Gallimard retapadas con una sobrecubierta distinta, los juegos tipográficos, las ilustraciones de los ídolos, todo aquello que conformaba el contenido de la novela, y nosotros le propusimos alguna otra cosa más. Ahora, pasados los meses, no podemos imaginar el libro de otro modo, con un aspecto distinto. 'Menos joven' es eso y no otra cosa, o así lo queremos pensar.




—En varios de vuestros libros, como en el mencionado ‘El otro McCoy’, incorporais ilustraciones, que acompañan al objeto libro, ¿planteáis ampliar esta línea de ‘hacer crecer’ el objeto libro con otros objetos?

—En el caso de El otro McCoy decidimos incluir el mapa de la ciudad de Edimburgo y las postales de los lugares que aparecen en el libro para ampliar la esencia escocesa de la propia novela, y que era tan difícil de transmitir a través de la traducción, puesto que en español no tenemos un equivalente al dialecto escocés de algunos de los personajes. 
La idea es que cada libro tenga un pequeño regalo para el lector, una sorpresa, pero esto no altera necesariamente el significado del libro, aunque intentemos siempre que guarden relación
En algunos casos la propuesta nos la ofrece el mismo autor (como en el caso del taumatropo de El enebro, que imaginó la ilustradora Alejandra Acosta) y en otros sale de nosotros. Hace pocos días, Antònia Escandell, autora de uno de nuestros próximos libros, nos propuso una idea tan buena para el regalo de su libro que nos tenemos que morder la lengua para no desvelarla. Nod la edtamos moddiendo ahoda midmo. 



—Para concluir, como no puede ser de otro modo, ¿qué nuevas criaturas de Jekyll&Jill verán la luz este 2013?

—En pocos días tendremos listo nuestro nuevo título, Deshielo y ascensión, de Álvaro Cortina Urdampilleta. 
«Es una novela extraña y compleja, dividida en cuatro partes, con nieve, frío intenso, partidas de caza de renos, hongos psicotrópicos, religiones insólitas y viajes espaciales. Nos hace mucha ilusión publicar este libro, pues a los dos nos gusta mucho la ciencia ficción»
Después publicaremos Chris Marker y la Jetée, la fotografía después del cine, de Antonia Escandell, un ensayo sobre la película (se da el caso de que las dos partes de la editorial no sabían que cada una de ellas era fan de 'La Jetée', leyeron el manuscrito y se confesaron las ganas que tenían de publicar este libro delicioso). Será el primer ensayo de nuestro catálogo. 
Y después viene La versión de Nelly, una novela de la autora inglesa Eva Figes, publicada originalmente en 1977. Jessica Aliaga Lavrijsen se está encargando de la traducción, como hizo ya para El otro McCoy y Del enebro. El libro además irá acompañado de un estudio sobre su obra que ha preparado una experta en esta autora. 
Y ya para el otoño estamos preparando también nuevo libro con la ilustradora chilena Alejandra Acosta, que prometemos que será tan fascinante como Del enebro o más.