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jueves, 4 de julio de 2013

«La editorial es parte de mi trabajo político y cívico como individuo» Entrevista a Rubén Hernández, editor de Errata Naturae

Entrevistamos a Rubén Hernández, editor de Errata Naturae
¿Es la editorial que edita libros sobre series?
¿Es la editorial que trabaja con grandes clásicos?
¿Es la editorial que acaba de publicar una antología de textos sobre videojuegos?
¿Es una editorial comprometida políticamente?
¿Es la editorial que acerca la filosofía a los niños?
Pero...¿Son los editores unos superhéroes? No...pero casi.

Con Rubén hablamos de la trayectoria de la editorial, de cómo se definen como marca con la experiencia propia, de la cercanía con los lectores, de su vibrante futuro y...sí, también de su día a día porque, a pesar de poder catalogarles como editores del mundo de los superhéroes, son editores de carne y hueso y bien anclados y preparados para a los vendavales de nuestro presente.  
—Errata Naturae cumple ya su quinto año de trayectoria como editorial independiente en España. Mucho ha llovido (mejor dicho, habéis editado) desde entonces.  Más de 100 autores han pasado por la editorial, y 8 colecciones es vuestro despliegue actual. Desde la distancia de cinco años de profesión, ¿cómo valoras la experiencia de emprender en los albores de 2008? ¿Ha merecido la pena el esfuerzo?

—Por supuesto que ha merecido la pena, supone un esfuerzo inmenso, muchos sacrificios, horas incontables de trabajo… Como merece la pena hacer cumbre en un 3.000 metros (más alto ni me lo planteo…) aunque sufras enormemente para poder sentarte a mirar el mundo desde allá arriba, o como merece la pena tener hijos aunque tus preocupaciones se incrementen desde entonces cada día…. Hay determinados proyectos vitales cuya importancia es radical, en el sentido etimológico, no son cuantificables, y aquello que nos aportan queda un poco al margen de las estadísticas, los cálculos y los márgenes de beneficio.



—La temática y los géneros que aborda vuestro sello parece no entender de limitaciones estrictas. Desde autores clásicos como Kafka a narradores contemporáneos como Jordi Carrión, habéis trabajado en campos tanto de la ficción o la crónica de alto nivel como en el ensayo más vanguardista sobre cine o el reciente boom de las series de televisión. ¿Cómo trazasteis la estrategia para editar temas y autores tan dispares sin perder la identidad?

—La verdad es que no había una estrategia, no llegamos al campo de batalla (de las mesas de novedades) con un plan ni nada parecido. Editamos lo que nos gusta y, en la medida de lo posible, tratamos de que esos gustos, necesariamente fragmentarios, variables, heterogéneos, como piezas de un puzle, vayan dando lugar a una única imagen, eso que los publicitarios llaman la marca editorial. Con el paso de los años esa marca se ha ido haciendo más clara, incluso para nosotros mismos, y ahora 
«sabemos que hay cosas que nos gustan que no editaremos, porque son ajenas a esa marca, pero tenemos igual de claro, o más, que lo que no haremos nunca es editar algo que no nos guste»

que no nos parezca un buen libro, un libro que, en tanto que editores, nos costara defender con pasión y confianza delante de cualquiera.

—Si algo puede definir al público de Errata es, justamente, su apertura de miras y su curiosidad por no encerrarse en un único campo de la literatura o el ensayo, ¿cuál ha sido desde los inicios el contacto con vuestros lectores?

—Tenemos un contacto cotidiano a través de las redes sociales, que da muchas pistas y también muchas alegrías. Pero el contacto para mí más importante es en la Feria del Libro de Madrid: allí pasamos cada año casi tres semanas en una caseta hablando con los cientos de lectores que pasan durante ese evento, y eso tiene, al menos tres cosas muy positivas: 1. Te ayuda a entender mejor que cualquier red virtual quienes son los lectores de tus libros; 2. Te ayuda a desembarazarte de muchos prejuicios más o menos conscientes: allí he descubierto que los lectores de Errata Naturae son muchas más diversos y estratificados de lo que uno en principio imagina, pues, seguramente por comodidad, en la vida siempre tendemos a reducir y simplificar la complejidad apabullante y azarosa de lo real; y 3. Aprendo muchísimo de esos lectores.
«En la Feria del libro de Madrid he descubierto que los lectores de Errata Naturae son muchos más diversos y estratificados de lo que uno en principio imagina»
—Ya desde los inicios estuvisteis atentos a los movimientos emergentes en otros campos del ámbito de la cultura y el arte, más allá del literario. Pruebas de ello han sido la publicación de ensayos sobre las series Los Soprano, The Wire, Lost…Recientemente habéis editado ‘Extra life’, un conjunto de textos que reflexionan acerca de 10 videojuegos que marcaron la joven trayectoria de este arte todavía poco reconocido que ya comienza a ser considerado como algo más que mero entretenimiento. ¿Cómo nace y evoluciona la parte de Errata Naturae que está conectada con el pulso del resto de artes y expresiones de la cultura contemporánea?

—De manera absolutamente natural: a mí me apasionan las (buenas) series, los (buenos) videojuegos, el cómic, etc., de modo que ese interés se fue transmutando en una serie de publicaciones que, a su vez, parecen haber captado o respondido a un interés común de muchos lectores.



—Por otro lado, autores como Jean Genet o el libro ‘El Show de Berlusconi’ se sitúan como artefactos críticos que abordan desde una perspectiva política y filosófica grandes problemáticas recientes. ¿No todo es, para Errata Naturae, el arte por arte?

—De hecho nada en este proyecto es arte por el arte. Personalmente considero que la editorial es parte de mi trabajo político y cívico como individuo, desde una concepción de lo político que nada tiene que ver con los partidos ni las organizaciones, sino como construcción de lo común y resistencia ante ciertas imposiciones en el ámbito de la cultura. Y, de hecho, al revisar los casi ya veinte títulos de nuestras colecciones de ensayo (La Muchacha de dos cabezas) y de pensamiento crítico (Los Cinocéfalos), así como algunos títulos de narrativa, creo que se puede ver una línea claramente política y con una orientación muy clara y determinada.

«La editorial es parte de mi trabajo político y cívico como individuo»
—El contexto actual ha ido generando en los últimos años un aumento considerable de obras que abordan tanto la crisis económica como la crisis del proyecto europeo. ¿Se podría hablar de cierto oportunismo en todo ello? ¿Cómo habéis evitado caer en esta dinámica?

Supongo que sobre cualquier tema de actualidad (la crisis, el pornosoft, el futbol…) hay libros buenos, malos y terribles. Y entiendo que no es lo mismo ser oportunista (prescindir de valores y principios para obtener rédito del presente), que hacer algo oportunamente (saber aprovechar la oportunidad, el kairos de los antiguos griegos, puede ser una gran virtud). Nosotros hemos publicado recientemente varios libros que tienen que ver con nuestro presente en crisis (Pensar desde la izquierda. Mapa del pensamiento crítico para un tiempo en crisis o Hacia la sobriedad feliz), o que pueden obtener una nueva lectura desde el contexto actual (Walden), y creo que ofrecer libros y textos de gran calidad íntimamente relacionados con el presente que vivimos, y que nos permiten tanto pensar como modificar ese presente, es una de las labores fundamentales de un editor.



—Otro aspecto fundamental de la editorial es la recurrencia habitual a las antologías para abordar temas como el mencionado título ‘Extra life’, pero también habéis hecho una antología sobre los animales de compañía de reconocidos creadores…

—Sí, tenemos también antologías sobre los más importantes fraudes financieros de la historia del capitalismo (Madoff y Cia), sobre el presente y el futuro del cómic (Supercómic), sobre los grandes crímenes de sangre de la historia norteamericana (Asesinato en América), sobre el escritor y sus múltiples sombras (El juego del otro), sobre las mejores series de la televisión (Los  Soprano, The Wire, Juego de tronos…) etc, etc. Es una cierta marca de la casa, algo que nos gusta hacer, porque son proyectos que nacen en la propia editorial, para los que reunimos a muchos autores tanto nacionales como internacionales y que dan lugar a libros muy ricos, muy amplios en muchos sentidos, que nos gustan especialmente.

—Recientemente os habéis adentrado en el ensayo sobre el cómic, ¿podrías hablarnos sobre el surgimiento de la idea? Según parece, no es precisamente una guía de recomendaciones para principiantes.

—No, se trata de un conjunto de ensayos, escritos por autores españoles, ingleses, franceses, norteamericanos, etc., algunos directamente vinculados al mundo del cómic, otros que piensan el cómic desde la filosofía, la sociología, la historia del arte y el cine, el psicoanálisis, la teoría política…. Y el objetivo de este abanico de textos tan diversos y plurales es dar cuenta del gran vuelco que ha dado la producción de cómics en la última década: ¿qué ha ocurrido, qué nuevas tendencia, autores y perspectivas han surgido para que el cómic haya pasado de ser una cosa de frikis a tener una sección (y cada vez más amplia) en casi todas las librerías?

—Pese a abordar de manera tan solvente y ambiciosa todo este abanico de ámbitos culturales, sociales y políticos, vuestro equipo fijo sigue siendo el propio de una editorial independiente, sólida en un núcleo duro reducido y conectada con numerosos profesionales del mundo editorial —traductores, correctores, ilustradores…—. No podemos evitar la pregunta: ¿cómo es un día en la oficina vida de Errata Naturae?

—En la oficina trabajamos tres personas de forma fija y contamos efectivamente con un equipo de colaboradores externos que hacen tareas de traducción, maquetación, una parte de la corrección… En nuestra oficina suele haber cajas amontonadas, sillones cómodos para leer, ordenadores con o sin música, unos mil ejemplares de Errata Naturae y otros tantos de otros sellos a modo de biblioteca flotante,  también hay dos o tres perros (Bergman, Zola y Zama) que echan una mano si hace falta, y el próximo mes llegará un bebé (Livia) que pasará aquí muchas horas y quizás algún día se convierta en editora junior. En primavera y verano hacemos las reuniones de edición y prensa en un patio que tenemos con muchas plantas y una inmensa cabeza de búfalo que compré en California, y en invierno a veces salimos a comer al bar de la esquina, muy del barrio de Vallecas, con un retrato bastante descolorido y tenebroso de Fidel, donde hacen una lentejas para chuparse los dedos.


—Y, una pregunta también esencial, que tanto Cálamo como nuestros amigos y lectores de la editorial se cuestionan, ¿Qué acertadas ‘erratas’ preparáis para cerrar este 2013 y vuestro sexto aniversario?

—Pues publicaremos otro libro de nuestra colección de series para leer, dedicado a Breaking Bad; una excelente edición de la obra de Epicuro con la impecable traducción de Carlos García Gual; un libro sobre y de Susan Sontag; una novela de Edna O’brien (que es para Phillip Roth y Alice Munro la mejor escritora en lengua inglesa de nuestros días); un nuevo volumen de nuestra colección de filosofía para niños; un clásico indiscutible de la antropología inexplicablemente inédito hasta la fecha en España; una nueva antología textos estrictamente recientes de grandes pensadores europeos tratando el tema de la post-democracia, la guerra monetaria y la resistencia social

miércoles, 8 de mayo de 2013

Manuel Vilas: «Yo inventé una Zaragoza que no se había visto jamás»

Dónde empieza el personaje de Manuel Vilas y dónde acaba la persona de Manuel Vilas —o al revés— es un interrogante que a veces puede asaltar a quien ha tenido cerca al inconfudible escritor. Pero Vilas no hay uno solo. 
O sí. 
Vilas es uno y muchos. Él es, por encima de todo, una actitud. El arquitecto literario de la Zaragoza actual. Y un ensayista camuflado de contador de historias. Y un inventor polifacético, como así ha revelado con su última novela, El luminoso regalo, en la que ha pegado un giro radical en relación a sus títulos anteriores. Manuel Vilas es también uno de los autores favoritos de Cálamo, y próximo invitado de honor en la librería. Anticipando un merecidísimo homenaje aprovechamos para conversar con él. 



Durante algún tiempo, uno de los detalles de tu literatura más sonados fue el descubrimiento que hiciste de Zaragoza al resto de lectores españoles, acostumbrados a una literatura que parecía pivotar solo entre Madrid y Barcelona. ¿Tendremos más Zaragoza en los próximos títulos de Vilas? ¿Cuál es actualmente tu relación con la ciudad? 

MV: Yo inventé una Zaragoza que no se había visto jamás. La Zaragoza que salía en la literatura anterior o simultánea a la mía era tradicional, histórica, costumbrista y realista, cosa que está muy bien y que aplaudo. Tiene que haber de todo. Pero a mí me apetecía otra cosa y entonces me inventé una posmoderna, fantasiosa, batmaniana, kafkiana, inesperada. Mi relación con la ciudad es excelente. Yo amo Zaragoza, pero me gusta pensar que Zaragoza puede expandirse por terrenos literarios que vayan más allá del realismo y del costumbrismo. Repito: tiene que haber de todo, y Zaragoza da para un imaginario literario inacabable. Se puede seguir haciendo realismo, pero también posmodernidad. Eso es lo bueno: la pluralidad de visiones, eso nos enriquece a todos, y de eso Zaragoza sale cultural y literariamente beneficiada. Cabe todo.
«En tiempos duros los lectores necesitan la verdad; la verdad que muchas veces es contundente, sucia, extraña y difícil de asumir.» 
En el arco que va de España a Los Inmortales, Manuel Vilas parece un narrador con unos rasgos muy reconocibles a sus lectores: escribe contra las formas convencionales, se despliega como un talentoso humorista y a nadie se le escapa su simbología. Luego ya no. Luego llega El luminoso regalo y Vilas —me refiero a ese narrador reconocible— decide cargarse todo eso para empezar otra cosa con unos cimientos  que en cierta forma van contra lo que ya habías construido. ¿Cómo estás llevando ese proceso con tus lectores más fieles?, ¿cómo ves que la gente este llevando el cambio del luminoso Vilas a un Vilas más sombrío?

MV: Yo creo que efectivamente he cambiado, pero hay un sustrato que permanece inalterable, al que podríamos llamar la marca Vilas, que no es otra cosa que escribir bajo unos parámetros morales y literarios diferentes. Ni mejores ni peores, simplemente diferentes. He querido reinventarme como escritor. Me apetecía buscar otros mundos y otras formas. En cuanto a mis lectores, tengo de todo. Unos son fans de 'España', otros de 'Aire Nuestro', y otros de 'El luminoso regalo. No se ponen de acuerdo. Me volvería loco si les hiciese caso. La obligación de un escritor es escribir. Lo demás no es de su competencia.

El luminoso regalo es la última novela de Manuel Vilas y está publicada en Alfaguara (2013)
Hablemos de política. Uno de tus poemas más sonados es aquél de McDonald’s que se contempla en Resurrección, donde podría entenderse que se trata de un encomio al capitalismo (aunque una de las mejores cosas que tienen tus textos es su ambigüedad ideológica). Años después, al menos por lo que de ti sabemos en las redes, parece que te has vuelto bastante más escéptico que entonces. ¿Cómo crees que debemos leer políticamente tus textos? ¿Y qué me dices del propio Manuel Vilas, cuál es su ideario? 

MV: Hace unos días, en una charla en Casablanca, Marruecos, un alumno de instituto me amonestó por insultar a los McDonald´s. Ese alumno había leído mi poema McDonald´s y creía firmemente que ese poema insultaba a la cadena de restaurantes McDonald´s. Se sintió ofendido. Vivimos en tiempos muy raros, y la ambigüedad es una marca de la casa Vilas, porque simplemente la vida, como ya sugirió Cervantes, es ambigua. Nadie sabe qué está pasando. Ese es el tema de mi poema McDonald´s: el misterio de la vida. Mi ideario, como ciudadano y escritor, es bien claro: soy marxista y me gusta especialmente el psicoanálisis de inspiración marxista. El marxismo y el psicoanálisis son los cimientos de cualquier especulación seria sobre la realidad.
«España sigue siendo un país muy pacato a la hora de hablar de sexo y erotismo.»
En tiempos duros y convulsos como los nuestros, ¿qué crees tú que necesitan los lectores, historias trágicas o cómicas?

MV: Necesitan la verdad; el objetivo final de un escritor es escribir la verdad; la verdad que muchas veces es contundente, sucia, extraña y difícil de asumir. Eso pasa en “El luminoso regalo”, novela que me ha permitido comprobar que España sigue siendo un país muy pacato a la hora de hablar de sexo y erotismo.



viernes, 11 de enero de 2013

El club de los mejores libreros... y las mayores intrigas







 La editorial Impedimenta y La buena novela
nominadas para los XII Premios Cálamo

Una librería para gourments en la literaria ciudad de París. La ciudad de Apollinaire o Jean-Paul Sartre, entre tantos otros célebres escritores, está a punto de vivir en el mundo de las letras  un suceso único y... ¿renovador?

La buena novela es una nueva librería cuyo objetivo es vender únicamente las mejores obras de la literatura universal. Y el concepto "mejor" no es arbitrario y banal, como si se tratase de un burdo truco de marketing, ya que ocho escritores que permanecerán en la sombra elegirán las 600 novelas cruciales que hay que vender sí o sí.

Van y Francesca serán los encargados de llevar adelante proyecto, aparentemente sin mayor complicación que tratar de sobrevivir con este atrevido planteamiento, que genera amor y odio a raudales en la sociedad parisina. Pero los acontecimientos superan pronto este apacible devenir de la librería, ya que tres escritores del "comité de sabios" sufren oscuros accidentes provocados. Algo está pasando más allá del mostrador.


Laurence Cossé nos sumerge en el mundo editorial y librero. No solo disfrutaremos con una trama adictiva, sino que aprenderemos muchos gajes del oficio.


Los bloggers apasionados por la lectura pronto se lanzaron a leer el libro, atrapados por el planteamiento, el precioso diseño característico de Impedimenta, y con una certera intuición de hallarse delante de una trama adictiva y trepidante:

"Dejemos algo claro: éste es un libro para la gente que ama la literatura."
An Anyway I don't care 

Lo tenemos clarísimo, amamos la literatura y nos ha encantado La buena novela.