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jueves, 4 de julio de 2013

«La editorial es parte de mi trabajo político y cívico como individuo» Entrevista a Rubén Hernández, editor de Errata Naturae

Entrevistamos a Rubén Hernández, editor de Errata Naturae
¿Es la editorial que edita libros sobre series?
¿Es la editorial que trabaja con grandes clásicos?
¿Es la editorial que acaba de publicar una antología de textos sobre videojuegos?
¿Es una editorial comprometida políticamente?
¿Es la editorial que acerca la filosofía a los niños?
Pero...¿Son los editores unos superhéroes? No...pero casi.

Con Rubén hablamos de la trayectoria de la editorial, de cómo se definen como marca con la experiencia propia, de la cercanía con los lectores, de su vibrante futuro y...sí, también de su día a día porque, a pesar de poder catalogarles como editores del mundo de los superhéroes, son editores de carne y hueso y bien anclados y preparados para a los vendavales de nuestro presente.  
—Errata Naturae cumple ya su quinto año de trayectoria como editorial independiente en España. Mucho ha llovido (mejor dicho, habéis editado) desde entonces.  Más de 100 autores han pasado por la editorial, y 8 colecciones es vuestro despliegue actual. Desde la distancia de cinco años de profesión, ¿cómo valoras la experiencia de emprender en los albores de 2008? ¿Ha merecido la pena el esfuerzo?

—Por supuesto que ha merecido la pena, supone un esfuerzo inmenso, muchos sacrificios, horas incontables de trabajo… Como merece la pena hacer cumbre en un 3.000 metros (más alto ni me lo planteo…) aunque sufras enormemente para poder sentarte a mirar el mundo desde allá arriba, o como merece la pena tener hijos aunque tus preocupaciones se incrementen desde entonces cada día…. Hay determinados proyectos vitales cuya importancia es radical, en el sentido etimológico, no son cuantificables, y aquello que nos aportan queda un poco al margen de las estadísticas, los cálculos y los márgenes de beneficio.



—La temática y los géneros que aborda vuestro sello parece no entender de limitaciones estrictas. Desde autores clásicos como Kafka a narradores contemporáneos como Jordi Carrión, habéis trabajado en campos tanto de la ficción o la crónica de alto nivel como en el ensayo más vanguardista sobre cine o el reciente boom de las series de televisión. ¿Cómo trazasteis la estrategia para editar temas y autores tan dispares sin perder la identidad?

—La verdad es que no había una estrategia, no llegamos al campo de batalla (de las mesas de novedades) con un plan ni nada parecido. Editamos lo que nos gusta y, en la medida de lo posible, tratamos de que esos gustos, necesariamente fragmentarios, variables, heterogéneos, como piezas de un puzle, vayan dando lugar a una única imagen, eso que los publicitarios llaman la marca editorial. Con el paso de los años esa marca se ha ido haciendo más clara, incluso para nosotros mismos, y ahora 
«sabemos que hay cosas que nos gustan que no editaremos, porque son ajenas a esa marca, pero tenemos igual de claro, o más, que lo que no haremos nunca es editar algo que no nos guste»

que no nos parezca un buen libro, un libro que, en tanto que editores, nos costara defender con pasión y confianza delante de cualquiera.

—Si algo puede definir al público de Errata es, justamente, su apertura de miras y su curiosidad por no encerrarse en un único campo de la literatura o el ensayo, ¿cuál ha sido desde los inicios el contacto con vuestros lectores?

—Tenemos un contacto cotidiano a través de las redes sociales, que da muchas pistas y también muchas alegrías. Pero el contacto para mí más importante es en la Feria del Libro de Madrid: allí pasamos cada año casi tres semanas en una caseta hablando con los cientos de lectores que pasan durante ese evento, y eso tiene, al menos tres cosas muy positivas: 1. Te ayuda a entender mejor que cualquier red virtual quienes son los lectores de tus libros; 2. Te ayuda a desembarazarte de muchos prejuicios más o menos conscientes: allí he descubierto que los lectores de Errata Naturae son muchas más diversos y estratificados de lo que uno en principio imagina, pues, seguramente por comodidad, en la vida siempre tendemos a reducir y simplificar la complejidad apabullante y azarosa de lo real; y 3. Aprendo muchísimo de esos lectores.
«En la Feria del libro de Madrid he descubierto que los lectores de Errata Naturae son muchos más diversos y estratificados de lo que uno en principio imagina»
—Ya desde los inicios estuvisteis atentos a los movimientos emergentes en otros campos del ámbito de la cultura y el arte, más allá del literario. Pruebas de ello han sido la publicación de ensayos sobre las series Los Soprano, The Wire, Lost…Recientemente habéis editado ‘Extra life’, un conjunto de textos que reflexionan acerca de 10 videojuegos que marcaron la joven trayectoria de este arte todavía poco reconocido que ya comienza a ser considerado como algo más que mero entretenimiento. ¿Cómo nace y evoluciona la parte de Errata Naturae que está conectada con el pulso del resto de artes y expresiones de la cultura contemporánea?

—De manera absolutamente natural: a mí me apasionan las (buenas) series, los (buenos) videojuegos, el cómic, etc., de modo que ese interés se fue transmutando en una serie de publicaciones que, a su vez, parecen haber captado o respondido a un interés común de muchos lectores.



—Por otro lado, autores como Jean Genet o el libro ‘El Show de Berlusconi’ se sitúan como artefactos críticos que abordan desde una perspectiva política y filosófica grandes problemáticas recientes. ¿No todo es, para Errata Naturae, el arte por arte?

—De hecho nada en este proyecto es arte por el arte. Personalmente considero que la editorial es parte de mi trabajo político y cívico como individuo, desde una concepción de lo político que nada tiene que ver con los partidos ni las organizaciones, sino como construcción de lo común y resistencia ante ciertas imposiciones en el ámbito de la cultura. Y, de hecho, al revisar los casi ya veinte títulos de nuestras colecciones de ensayo (La Muchacha de dos cabezas) y de pensamiento crítico (Los Cinocéfalos), así como algunos títulos de narrativa, creo que se puede ver una línea claramente política y con una orientación muy clara y determinada.

«La editorial es parte de mi trabajo político y cívico como individuo»
—El contexto actual ha ido generando en los últimos años un aumento considerable de obras que abordan tanto la crisis económica como la crisis del proyecto europeo. ¿Se podría hablar de cierto oportunismo en todo ello? ¿Cómo habéis evitado caer en esta dinámica?

Supongo que sobre cualquier tema de actualidad (la crisis, el pornosoft, el futbol…) hay libros buenos, malos y terribles. Y entiendo que no es lo mismo ser oportunista (prescindir de valores y principios para obtener rédito del presente), que hacer algo oportunamente (saber aprovechar la oportunidad, el kairos de los antiguos griegos, puede ser una gran virtud). Nosotros hemos publicado recientemente varios libros que tienen que ver con nuestro presente en crisis (Pensar desde la izquierda. Mapa del pensamiento crítico para un tiempo en crisis o Hacia la sobriedad feliz), o que pueden obtener una nueva lectura desde el contexto actual (Walden), y creo que ofrecer libros y textos de gran calidad íntimamente relacionados con el presente que vivimos, y que nos permiten tanto pensar como modificar ese presente, es una de las labores fundamentales de un editor.



—Otro aspecto fundamental de la editorial es la recurrencia habitual a las antologías para abordar temas como el mencionado título ‘Extra life’, pero también habéis hecho una antología sobre los animales de compañía de reconocidos creadores…

—Sí, tenemos también antologías sobre los más importantes fraudes financieros de la historia del capitalismo (Madoff y Cia), sobre el presente y el futuro del cómic (Supercómic), sobre los grandes crímenes de sangre de la historia norteamericana (Asesinato en América), sobre el escritor y sus múltiples sombras (El juego del otro), sobre las mejores series de la televisión (Los  Soprano, The Wire, Juego de tronos…) etc, etc. Es una cierta marca de la casa, algo que nos gusta hacer, porque son proyectos que nacen en la propia editorial, para los que reunimos a muchos autores tanto nacionales como internacionales y que dan lugar a libros muy ricos, muy amplios en muchos sentidos, que nos gustan especialmente.

—Recientemente os habéis adentrado en el ensayo sobre el cómic, ¿podrías hablarnos sobre el surgimiento de la idea? Según parece, no es precisamente una guía de recomendaciones para principiantes.

—No, se trata de un conjunto de ensayos, escritos por autores españoles, ingleses, franceses, norteamericanos, etc., algunos directamente vinculados al mundo del cómic, otros que piensan el cómic desde la filosofía, la sociología, la historia del arte y el cine, el psicoanálisis, la teoría política…. Y el objetivo de este abanico de textos tan diversos y plurales es dar cuenta del gran vuelco que ha dado la producción de cómics en la última década: ¿qué ha ocurrido, qué nuevas tendencia, autores y perspectivas han surgido para que el cómic haya pasado de ser una cosa de frikis a tener una sección (y cada vez más amplia) en casi todas las librerías?

—Pese a abordar de manera tan solvente y ambiciosa todo este abanico de ámbitos culturales, sociales y políticos, vuestro equipo fijo sigue siendo el propio de una editorial independiente, sólida en un núcleo duro reducido y conectada con numerosos profesionales del mundo editorial —traductores, correctores, ilustradores…—. No podemos evitar la pregunta: ¿cómo es un día en la oficina vida de Errata Naturae?

—En la oficina trabajamos tres personas de forma fija y contamos efectivamente con un equipo de colaboradores externos que hacen tareas de traducción, maquetación, una parte de la corrección… En nuestra oficina suele haber cajas amontonadas, sillones cómodos para leer, ordenadores con o sin música, unos mil ejemplares de Errata Naturae y otros tantos de otros sellos a modo de biblioteca flotante,  también hay dos o tres perros (Bergman, Zola y Zama) que echan una mano si hace falta, y el próximo mes llegará un bebé (Livia) que pasará aquí muchas horas y quizás algún día se convierta en editora junior. En primavera y verano hacemos las reuniones de edición y prensa en un patio que tenemos con muchas plantas y una inmensa cabeza de búfalo que compré en California, y en invierno a veces salimos a comer al bar de la esquina, muy del barrio de Vallecas, con un retrato bastante descolorido y tenebroso de Fidel, donde hacen una lentejas para chuparse los dedos.


—Y, una pregunta también esencial, que tanto Cálamo como nuestros amigos y lectores de la editorial se cuestionan, ¿Qué acertadas ‘erratas’ preparáis para cerrar este 2013 y vuestro sexto aniversario?

—Pues publicaremos otro libro de nuestra colección de series para leer, dedicado a Breaking Bad; una excelente edición de la obra de Epicuro con la impecable traducción de Carlos García Gual; un libro sobre y de Susan Sontag; una novela de Edna O’brien (que es para Phillip Roth y Alice Munro la mejor escritora en lengua inglesa de nuestros días); un nuevo volumen de nuestra colección de filosofía para niños; un clásico indiscutible de la antropología inexplicablemente inédito hasta la fecha en España; una nueva antología textos estrictamente recientes de grandes pensadores europeos tratando el tema de la post-democracia, la guerra monetaria y la resistencia social

jueves, 27 de junio de 2013

San Sebastián, el clásico de los haikus y el país de Raymond Carver, o tres lecturas imprescindibles para dar la bienvenida al verano

Con el aumento de las horas de sol, el placer de leer con luz natural se torna más fácil; tenemos más horas para elegir el momento adecuado para la lectura. Cuando hayamos encontrado el lugar y esa hora que al fin es nuestra, aquí tenemos tres obras recientes que recomendamos desde Cálamo:

Martutene. Ramon Saizarbitoria.
¿Recuerdan la novela de Montauk, escrita por Max Frisch? En ella, Frisch pasa un fin de semana en la localidad de Long Island, que da título a la novela, y relata su experiencia durante esos días, al tiempo que recorre también su trayectoria vital.
Ramon Saizarbitoria toma como referencia Montauk y ubica su novela en Martutene, en San Sebastián, lugar en el que los personajes, dos parejas en un momento de convulsos cambios en sus respectivas relaciones, pasarán unos días con el eco de su pasado y la llegada de una socióloga americana que truncará sus vidas. Julia es traductora, Martin, escritor; Pilar y Abaitua son médicos. ¿Qué les depara la nueva convivencia con esta joven chica?

«Martutene, un hito sin parangón en la historia de la novela vasca» (Jon Kortazar)

Aware. Vicente Haya.
Por sendas de montaña. Matsuo Basho.

Si hace pocas semanas recomendábamos Aware, el libro perfecto para adentrarse en el mundo del haiku,  encontramos en Por sendas de montaña a uno de sus máximos exponentes: Matsuo Basho. Este autor del siglo XVII es el clásico de referencia en el arte de la poesía japonesa, y sus textos emanan vitalidad y cercanía con la naturaleza. 

Carver Country. Textos de Raymond Carver y fotografías de Bob Adelman.

No hay nada de Raymond Carver que no se haya dicho ya. Referencia absoluta en el arte del relato corto e incorporado como pieza esencial dentro del realismo sucio, en esta edición de Carver Country encontramos una fantástica selección de imágenes del mundo carveriano: desde su infancia hasta los parajes desolados de las ciudades en las que pasó gran parte de su vida. El libro también incluye un epílogo de Tess Gallagher, su viuda. Todos los textos proceden de sus cuentos, poemas y cartas inéditas. Las imágenes, a toda página, autoría de Bob Adelman, dotan al libro de una potencia especial para los numerosos seguidores del universo Carver. 

miércoles, 8 de mayo de 2013

Manuel Vilas: «Yo inventé una Zaragoza que no se había visto jamás»

Dónde empieza el personaje de Manuel Vilas y dónde acaba la persona de Manuel Vilas —o al revés— es un interrogante que a veces puede asaltar a quien ha tenido cerca al inconfudible escritor. Pero Vilas no hay uno solo. 
O sí. 
Vilas es uno y muchos. Él es, por encima de todo, una actitud. El arquitecto literario de la Zaragoza actual. Y un ensayista camuflado de contador de historias. Y un inventor polifacético, como así ha revelado con su última novela, El luminoso regalo, en la que ha pegado un giro radical en relación a sus títulos anteriores. Manuel Vilas es también uno de los autores favoritos de Cálamo, y próximo invitado de honor en la librería. Anticipando un merecidísimo homenaje aprovechamos para conversar con él. 



Durante algún tiempo, uno de los detalles de tu literatura más sonados fue el descubrimiento que hiciste de Zaragoza al resto de lectores españoles, acostumbrados a una literatura que parecía pivotar solo entre Madrid y Barcelona. ¿Tendremos más Zaragoza en los próximos títulos de Vilas? ¿Cuál es actualmente tu relación con la ciudad? 

MV: Yo inventé una Zaragoza que no se había visto jamás. La Zaragoza que salía en la literatura anterior o simultánea a la mía era tradicional, histórica, costumbrista y realista, cosa que está muy bien y que aplaudo. Tiene que haber de todo. Pero a mí me apetecía otra cosa y entonces me inventé una posmoderna, fantasiosa, batmaniana, kafkiana, inesperada. Mi relación con la ciudad es excelente. Yo amo Zaragoza, pero me gusta pensar que Zaragoza puede expandirse por terrenos literarios que vayan más allá del realismo y del costumbrismo. Repito: tiene que haber de todo, y Zaragoza da para un imaginario literario inacabable. Se puede seguir haciendo realismo, pero también posmodernidad. Eso es lo bueno: la pluralidad de visiones, eso nos enriquece a todos, y de eso Zaragoza sale cultural y literariamente beneficiada. Cabe todo.
«En tiempos duros los lectores necesitan la verdad; la verdad que muchas veces es contundente, sucia, extraña y difícil de asumir.» 
En el arco que va de España a Los Inmortales, Manuel Vilas parece un narrador con unos rasgos muy reconocibles a sus lectores: escribe contra las formas convencionales, se despliega como un talentoso humorista y a nadie se le escapa su simbología. Luego ya no. Luego llega El luminoso regalo y Vilas —me refiero a ese narrador reconocible— decide cargarse todo eso para empezar otra cosa con unos cimientos  que en cierta forma van contra lo que ya habías construido. ¿Cómo estás llevando ese proceso con tus lectores más fieles?, ¿cómo ves que la gente este llevando el cambio del luminoso Vilas a un Vilas más sombrío?

MV: Yo creo que efectivamente he cambiado, pero hay un sustrato que permanece inalterable, al que podríamos llamar la marca Vilas, que no es otra cosa que escribir bajo unos parámetros morales y literarios diferentes. Ni mejores ni peores, simplemente diferentes. He querido reinventarme como escritor. Me apetecía buscar otros mundos y otras formas. En cuanto a mis lectores, tengo de todo. Unos son fans de 'España', otros de 'Aire Nuestro', y otros de 'El luminoso regalo. No se ponen de acuerdo. Me volvería loco si les hiciese caso. La obligación de un escritor es escribir. Lo demás no es de su competencia.

El luminoso regalo es la última novela de Manuel Vilas y está publicada en Alfaguara (2013)
Hablemos de política. Uno de tus poemas más sonados es aquél de McDonald’s que se contempla en Resurrección, donde podría entenderse que se trata de un encomio al capitalismo (aunque una de las mejores cosas que tienen tus textos es su ambigüedad ideológica). Años después, al menos por lo que de ti sabemos en las redes, parece que te has vuelto bastante más escéptico que entonces. ¿Cómo crees que debemos leer políticamente tus textos? ¿Y qué me dices del propio Manuel Vilas, cuál es su ideario? 

MV: Hace unos días, en una charla en Casablanca, Marruecos, un alumno de instituto me amonestó por insultar a los McDonald´s. Ese alumno había leído mi poema McDonald´s y creía firmemente que ese poema insultaba a la cadena de restaurantes McDonald´s. Se sintió ofendido. Vivimos en tiempos muy raros, y la ambigüedad es una marca de la casa Vilas, porque simplemente la vida, como ya sugirió Cervantes, es ambigua. Nadie sabe qué está pasando. Ese es el tema de mi poema McDonald´s: el misterio de la vida. Mi ideario, como ciudadano y escritor, es bien claro: soy marxista y me gusta especialmente el psicoanálisis de inspiración marxista. El marxismo y el psicoanálisis son los cimientos de cualquier especulación seria sobre la realidad.
«España sigue siendo un país muy pacato a la hora de hablar de sexo y erotismo.»
En tiempos duros y convulsos como los nuestros, ¿qué crees tú que necesitan los lectores, historias trágicas o cómicas?

MV: Necesitan la verdad; el objetivo final de un escritor es escribir la verdad; la verdad que muchas veces es contundente, sucia, extraña y difícil de asumir. Eso pasa en “El luminoso regalo”, novela que me ha permitido comprobar que España sigue siendo un país muy pacato a la hora de hablar de sexo y erotismo.



lunes, 6 de mayo de 2013

Jekyll&Jill: «No nos interesa editar lo predecible. Preferimos experimentar» Nuevos tiempos, nuevas editoriales (IV)

Victor y Jessica funcionan a modo de tándem perfectamente sincronizado. Incluso en las entrevistas sus respuestas generan una sinergía hipnótica y poco habitual. La editorial, que crearon hace tan solo dos años, también tiene doble nombre: Jekyll&Jill. Sin complejos ni limitaciones temáticas, innovan y trabajan en muy distintos campos (desde la fotografía a la narrativa escocesa). Acaban de editar a un autor español, Rubén Martín Giráldez y su rompedor Menos Joven. Por si fuese poco, también han recibido el Premio al Mejor Libro editado en Aragón en 2012 por la obra El Enebro. Y esto es solo el principio. Pese a esta genial fotografía, Victor y Jessica están en plena forma.

Copyright de la imagen: Alejandro Herrero

—El catálogo de Jekyll&Jill cuenta por ahora con 8 títulos. Si se miran con detenimiento, sorprende su variedad temática y la nómina de autores: dos libros de fotografía, una antología, una novela con ilustraciones...Parece que en vez de intentar especializaros en un tipo de libro, vais experimentando a medida que publicáis, ¿por qué decidisteis abarcar campos tan dispares desde el inicio?

—La especialización suele ser una exigencia del mercado, no una inclinación humana. A nosotros personalmente nos interesan cosas muy variadas, y creemos que así les ocurre también a los lectores de los libros que editamos
«No nos interesa seguir una línea editorial predecible; eso sería tremendamente aburrido a la larga. Preferimos experimentar»


Al fundar la editorial más de uno nos aconsejó que creáramos una línea estética para que todos nuestros títulos resultaran reconocibles en las librerías, pero eso nos parece más una trampa que una ventaja ¿y si al cuarto título cambiamos de gustos? Es una cárcel eso de la línea editorial. Nosotros queremos seguir disfrutando con los libros que publiquemos. 

—Vuestro segundo título es una sorprendente antología acerca de la ‘identidad del doble’, de aquella suerte de alterego que algunos autores poseen. ¿Cuál fue el proceso de gestación de vuestra antología Doppelgänger? ¿Cómo seleccionasteis a los autores?

—Pensamos que, como editorial primeriza, sería buena idea mostrar cómo una de nuestras obsesiones, la clásica figura del doble, podía ser representada de maneras muy diferentes a través de distintos autores actuales con estilos bien diferenciados. Pedimos a algunos autores que nos gustaban y a otros que nos presentaron y que también nos gustaron que escribieran un relato sobre el tema del Doppelgänger, y quedamos muy satisfechos con lo que recibimos. Creemos que las principales labores de edición son la selección de obras que sean realmente interesantes, trabajarlas después con cariño y darles una forma atractiva para que lleguen al lector.



—En el caso de la edición de ‘El otro McCoy’, de Brian McCabe,  ¿cómo llegáis a la literatura escocesa?

—Lo cierto es que Brian McCabe estaba ahí ya desde el principio. La parte femenina de la editorial escribió su tesis doctoral sobre la obra de Brian McCabe (que será publicada en el Reino Unido en mayo) y la parte masculina se ofreció a maquetarla, y de paso a enseñarle cómo se debía diseñar un libro. Al tiempo decidimos crear la editorial, y era lógico que quisiéramos sacar a este autor escocés. Fue un gustazo cuando vino a España para presentar la novela y disfrutamos mucho del largo proceso…

—Detrás de cada editor se encuentra una relación particular con la literatura, y esta evoluciona hasta que el paso de lector a editor. ¿Cuál fue vuestro camino hasta llegar a Jekyll&Jill?

—Un camino natural e insano. Las dos partes de la editorial somos devoradores de libros desde pequeños. La parte femenina se doctoró en filología y la parte masculina lleva años trabajando como diseñador editorial (mientras, hace aspavientos con las manos gritando que no le gusta ese término, pero que en estos momentos no encuentra otro mejor). Las dos partes creen también que leer mucho no tiene porqué ser bueno, pero que leer poco o nada es aún mucho peor. En realidad, acabamos editando libros para controlar el mundo y las mentes de los habitantes del planeta tierra. Bueno, algunas mentes, las que se dejen.

—Habéis editado dos libros de fotografía, hecha con tecnología analógica, ¿a qué se debe este alegato en defensa del mundo que dejamos atrás? ¿Tiene algo de nostálgico Jekyll&Jill?

—Si hay algo de nostalgia, es inconsciente. No creemos que la fotografía digital y la analógica sean fases de la misma cosa, ya que no sólo se diferencian en cuanto al soporte (celuloide o sensor), sino en su misma naturaleza: las fotografías digitales son numerosas, instantáneas y sirven para comunicar una cierta manera de ver el mundo, mientras que las fotografías analógicas son escogidas, mimadas y transmiten otras cosas de este mundo. Son lenguajes diferentes, como el vinilo o el reproductor del ordenador: se escuchan de maneras diferentes (de una sentada o dándole al aleatorio). Nos gustaría creer que nuestros libros de fotografía dan ganas de escucharlos enteros.
«Nuestra editorial es poco nostálgica, más bien bebemos tanto de la literatura clásica como de la actual en una sopa inmensa y llena de tropezones» 


(la parte masculina grita que sufre de Aspergen nostálgico y que lo más saludable sería acabar con todas las tradiciones).

—Vuestro último autor publicado, Rubén Martín Giráldez, está dando mucho que hablar. Su propuesta literaria, Menos joven, es un libro arriesgado, con un planteamiento que podríamos llamar experimental, y que dialoga con numerosos autores clásicos. ¿Cómo fue el proceso de edición de ‘Menos joven’? ¿Forma parte, como apuntábamos, de vuestra voluntad como editores por acercaros a los márgenes de la literatura convencional?

—Editar Menos joven nos resultó excitante desde el inicio, cuando leímos el manuscrito de Rubén por primera vez. Nos dijimos que había que publicarlo sí o sí. La conexión con el autor fue instantánea, pues sentimos que Rubén también albergaba en su corazoncito la idea de apoderarse de las mentes de toda la humanidad. Es un tipo perverso Rubén, es difícil no quererlo. Él nos comunicó cómo imaginaba el libro: deseaba ese juego de las cubiertas estilo Gallimard retapadas con una sobrecubierta distinta, los juegos tipográficos, las ilustraciones de los ídolos, todo aquello que conformaba el contenido de la novela, y nosotros le propusimos alguna otra cosa más. Ahora, pasados los meses, no podemos imaginar el libro de otro modo, con un aspecto distinto. 'Menos joven' es eso y no otra cosa, o así lo queremos pensar.




—En varios de vuestros libros, como en el mencionado ‘El otro McCoy’, incorporais ilustraciones, que acompañan al objeto libro, ¿planteáis ampliar esta línea de ‘hacer crecer’ el objeto libro con otros objetos?

—En el caso de El otro McCoy decidimos incluir el mapa de la ciudad de Edimburgo y las postales de los lugares que aparecen en el libro para ampliar la esencia escocesa de la propia novela, y que era tan difícil de transmitir a través de la traducción, puesto que en español no tenemos un equivalente al dialecto escocés de algunos de los personajes. 
La idea es que cada libro tenga un pequeño regalo para el lector, una sorpresa, pero esto no altera necesariamente el significado del libro, aunque intentemos siempre que guarden relación
En algunos casos la propuesta nos la ofrece el mismo autor (como en el caso del taumatropo de El enebro, que imaginó la ilustradora Alejandra Acosta) y en otros sale de nosotros. Hace pocos días, Antònia Escandell, autora de uno de nuestros próximos libros, nos propuso una idea tan buena para el regalo de su libro que nos tenemos que morder la lengua para no desvelarla. Nod la edtamos moddiendo ahoda midmo. 



—Para concluir, como no puede ser de otro modo, ¿qué nuevas criaturas de Jekyll&Jill verán la luz este 2013?

—En pocos días tendremos listo nuestro nuevo título, Deshielo y ascensión, de Álvaro Cortina Urdampilleta. 
«Es una novela extraña y compleja, dividida en cuatro partes, con nieve, frío intenso, partidas de caza de renos, hongos psicotrópicos, religiones insólitas y viajes espaciales. Nos hace mucha ilusión publicar este libro, pues a los dos nos gusta mucho la ciencia ficción»
Después publicaremos Chris Marker y la Jetée, la fotografía después del cine, de Antonia Escandell, un ensayo sobre la película (se da el caso de que las dos partes de la editorial no sabían que cada una de ellas era fan de 'La Jetée', leyeron el manuscrito y se confesaron las ganas que tenían de publicar este libro delicioso). Será el primer ensayo de nuestro catálogo. 
Y después viene La versión de Nelly, una novela de la autora inglesa Eva Figes, publicada originalmente en 1977. Jessica Aliaga Lavrijsen se está encargando de la traducción, como hizo ya para El otro McCoy y Del enebro. El libro además irá acompañado de un estudio sobre su obra que ha preparado una experta en esta autora. 
Y ya para el otoño estamos preparando también nuevo libro con la ilustradora chilena Alejandra Acosta, que prometemos que será tan fascinante como Del enebro o más. 

jueves, 4 de abril de 2013

José Luis Amores: «Parecía increíble que nadie se hubiera planteado publicar en español la primera novela de David Foster Wallace» Nuevos tiempos, nuevas editoriales (II)


Como José Luis Amores afirma, su editorial Pálido Fuego nace tras 30 años de lecturas, y de un continuo y apasionado aprendizaje en el terreno literario que sigue creciendo cada día. 
¿Está todo el ámbito literario cubierto por las editoriales actuales? Parece ser que no, que todavía queda mucho por traducir, y libros nacionales por editar, y proyectos por descubrir. ¿Cómo podemos demostrarlo? El arranque de Pálido Fuego, hace tan solo un año, no podía haber sido mejor. Hablamos con José Luis Amores de la experiencia de los comienzos, de su trayectoria como lector y editor, pero, por encima de todo, del futuro de la editorial: se presenta un 2013 intenso, cargado de enérgicas propuestas y de sorpresas renovadoras.

José Luis Amores, editor de Pálido Fuego. 
—Pálido Fuego es un nuevo brote verde editorial, independiente y joven, que desafía, como debe ser, a la parálisis de la crisis. Como firmes amantes del arte, ajenos al bestsellerismo omnipresente, ¿qué criterios habéis elegido a la hora de arrancar este proyecto? ¿Visteis alguna laguna que debía ser cubierta en el panorama editorial español —también en el independiente—, y una demanda lectora que merecía ser atendida?

—Llevaba años leyendo cosas que no estaban editadas en español. Podría decirse que mi comportamiento era un tanto “trotalibros”. Y con determinadas obras llega un momento en que piensas “ojalá las leyeran más personas para poder compartir sensaciones con ellas”. Por ejemplo, a William T. Vollmann lo descubrí gracias a El Aleph, y luego le dieron el National Book Award y Mondadori editó Europa Central. Pero resulta que este hombre ya había escrito un puñado de obras maestras que no teníamos en nuestro idioma. Si querías leerlas tenías que comprarlas fuera y trasegar con el inglés. Lo mismo pasaba con la primera novela de David Foster Wallace, La escoba del sistema, parecía increíble que nadie se hubiera planteado publicarla en español. Uno pensaba que a la fuerza tenía que ser un mal libro cuando la verdad era justo la contraria. O Mi primo, mi gastroenterólogo, de Mark Leyner: otra obra maestra despreciada por nuestro autista sistema editorial.

Hemos estado leyendo lo poco que la dictadura de la comercialidad nos ha permitido —o lo mucho, pero en todo caso nos faltan muchas cosas, y de otras nada valiosas tenemos demasiado—, y tenía que llegar un momento en el que alguien dijera basta de un modo práctico, sin quejas. Simplemente nos pusimos a trabajar, sin pensar en términos como “demanda” o “nicho de mercado”. En criterios sí pensamos, obviamente: sólo publicaremos lo mejor de lo mejor que no esté ya disponible.

Habiendo empezado por un grande como David Foster Wallace y editado su primera novela inédita y unas conversaciones que los muchos seguidores del autor han apreciado, ¿cuál es la línea que pensáis seguir a partir de ahora? Como planteáis en vuestra presentación en la web, ¿había un punto del que partir y a partir de ahora también se trata de dejaros llevar?

—Queremos ampliar el rango de idiomas desde el que traducimos. En breve incluiremos el francés, y puede que un poco más adelante nos atrevamos con el alemán. Aún somos una empresa pequeña para pensar en mayores ampliaciones, y tampoco nos consta que, más allá de los tres idiomas señalados (inglés incluido), el número de obras maestras no traducidas al español sea demasiado elevado.

También comenzaremos a publicar obras originales en español. La primera, de hecho, saldrá en junio. La ha escrito Germán Sierra y se titula Standards

Aunque hemos de decir que hemos sido nosotros quienes nos hemos dirigido al autor, y no al revés. Nos falta mucho aún para poder recibir originales y valorarlos de modo apropiado, aunque éstos no paran de llegarnos.
O sea, que tenemos muy claro de dónde partimos, y también qué camino queremos que siga nuestro proyecto. La lista de obras en cartera (contratadas y pendientes de publicación pero también la, por así decir, “lista de deseos”) es más que respetable. Si los dioses no nos retiran el saludo, tenemos trabajo para años.

—Quizás sea el tejido de librerías independientes el que más sensible está siendo a vuestro trabajo. ¿Contáis con su respaldo para lograr avanzar en vuestro trabajo editorial?  ¿Cómo ha sido su recibimiento en las presentaciones que habéis hecho?

Las librerías independientes son lo mejor que tiene nuestro sistema editorial. Ellas y sus clientes. Su respaldo está siendo adecuado, estamos satisfechos y agradecidos con ellas. La gente de Tipos Infames, Antonio Machado, Librería Rafael Alberti o La Buena Vida, todas ellas en Madrid; o la de LAIE en Barcelona (aunque también La Central, aunque ésta sea más grande, tanto en Madrid como en Barcelona). Y Luces, en Málaga. Y tantas otras que están haciendo una labor magnífica en todo el país, aunque por motivos obvios no hayamos podido acercarnos a ellas. La sensación que tenemos es buena en general, la verdad.

—Los críticos y periodistas se han hecho buen resorte de vuestro trabajo. ¿Existen, todavía, los críticos que anteponen su rigor a las demandas del mercado?

—Me consta que así es. Cuando un crítico ha hablado de alguno de nuestros libros es porque le ha gustado y le ha apetecido decirlo públicamente. Nuestra capacidad de presión mediática es literalmente nula. No conocemos a ningún periodista, y a los pocos críticos que conocemos ahora los hemos conocido a raíz de la aparición de nuestros libros.
De todas formas, a excepción del mercado de los best-sellers auténticos (ya sabes, los libros que venden cientos de miles de ejemplares allá donde se publiquen), no creo que exista lo que se dice una presión sobre el crítico que sea efectiva o eficaz en el sentido de que afecte a sus ventas. Los tiempos en que se compraban libros a raíz de una buena reseña han pasado. A los lectores nos gusta que se hable de los libros que nos gustan, parece que nos acercamos más a las reseñas para validar nuestra opinión o para buscar esa interpretación que se nos pudiera haber escapado, pero el libro ya lo habremos leído para entonces.

«no creo que exista lo que se dice una presión sobre el crítico que sea efectiva o eficaz en el sentido de que afecte a sus ventas. Los tiempos en que se compraban libros a raíz de una buena reseña han pasado»




Siempre he pensado que, más que los críticos o reseñistas, los verdaderos prescriptores son los libreros. Por activa o por pasiva. Dando preeminencia a unos títulos frente a otros, realzándolos o relegándolos, les dan vida o los condenan. Hace poco estuve en una presentación en Madrid y aproveché para visitar a un librero joven que trabaja en una librería con solera. Me quedé con él casi una hora por el puro placer de verle vender literatura de verdad a casi cada cliente que entraba al establecimiento. Con artistas como él, a la literatura le sobran las reseñas. Y al día siguiente fui a una librería enorme que pertenece a una famosa cadena, y busqué uno de los títulos de mi editorial pero no lo encontré. Le pregunté a una vendedora, quien me lo señaló con el dedo. Había un montón de ejemplares en el sitio más visible aunque, al menos para mí, menos obvio: junto a los títulos de grandes grupos editoriales y los más vendidos. Según me dijo la vendedora, la decisión de colocarlo allí había sido del gerente del establecimiento. “Por estar ahí, las editoriales pagan”, me dijo.

—En cuanto a vuestro público, ¿qué feedback lector os ha llegado?

—No ha habido tiempo para que la respuesta sea valorable. Los tres primeros títulos se han vendido y se están vendiendo muy bien, bastante por encima de lo esperado, y ese es el mejor feedback que podríamos tener. Por otro lado, si tenemos en cuenta que gran parte de nuestros lectores potenciales disponen de poco tiempo para informarse en la red, y que se guían por las selecciones de literatura de sus librerías de cabecera, podría decirse que aún estamos arrancando. Necesitamos que esos lectores sepan de nuestra existencia, y por ello necesitamos que los prescriptores más eficaces, los libreros, confíen en nuestro producto.

—Como lector, antes de convertirte en editor, ¿cómo te formaste, qué referencias te marcaron a la hora de decidir convertirte en editor?

—Supongo que te refieres a cómo he ido forjando un criterio personal. Bueno, mis padres leían. En casa había (hay) muchos libros. Obviamente me refiero a que había mucha literatura: Vargas-Llosa, Borges, Blasco Ibáñez, Cela, James, Dostoievski, había una miscelánea importante y también mucho ensayo histórico, pero muy pocos best-sellers. Los best-sellers comenzamos a comprarlos nosotros, mis hermanos y yo, cuando éramos niños y queríamos leer historias de terror o violentas, género blando y cosas así. Además, enfrente de casa había una biblioteca bastante bien surtida. Ahora la han eliminado y han colocado en su lugar alguna asociación de cante jondo o maniobras folclóricas en la oscuridad, no me he fijado bien. Supongo que, cuando sólo había libros, ya no entraba nadie.
Me recuerdo siempre leyendo por puro placer, y de ir aumentando la seriedad de las lecturas conforme me daba cuenta de que con determinadas cosas ya no experimentaba dicho placer. Leer a Cortázar o a Joyce de muy joven me supuso un gran impacto, por ejemplo. Hoy día eso parece casi imposible porque el déficit de atención de nuestros jóvenes es alarmante. Parecen capaces de estar siempre haciendo lo mismo, si eso que están haciendo no implica soledad “aparente” alguna.
También ha influido en mi formación como lector el haber viajado bastante desde que tenía veintipocos años, principalmente por razones de trabajo. Mark Leyner dijo que siempre que llegaba a una habitación de hotel lo que hacía era comprobar que la tele funcionaba. Creo que yo jamás he encendido la tele cuando he estado solo en un hotel, y han sido unas cuantas miles de noches las que he estado solo en una habitación de hotel, salvo en momentos puntuales, como el 11 de septiembre de 2001 —que me cogió en Alcalá de Henares—, o el 11 de marzo de 2004, que estaba en un pueblo de Cádiz.

«De más de treinta años de lecturas fue surgiendo poco a poco la idea de crear este proyecto, enfocado a un tipo de literatura exigente, que huye de la mediocridad, y la cual sé que tiene un número considerable de adeptos»


—¿Es posible, tal y como está la situación, crear una nueva editorial sostenible a nivel económico? ¿Qué motivos te llevaron a dedicarte a la edición?

—Aún no sé si es posible. Si todo se siguiera desarrollando como hasta ahora, la respuesta es un sí rotundo, porque creo que, además, nuestra visibilidad irá mejorando poco a poco y nos asentaremos. Aún me llegan mails felicitándonos por publicar un libro al mes desde que comenzó el año. Es como si no se hubieran creído las previsiones que en su momento enviamos por correo, que decían que publicaríamos un libro al mes hasta que llegara el verano.
Como he dicho anteriormente, a esta idea llegué porque sabía que fuera de nuestro mercado —me refiero al mercado del idioma español— había muchas obras que merecían estar en él y no marginadas o excluidas por razones muchas veces espurias. Y el punto de arranque fue House of Leaves, de Mark Danielewski. Pregunté a su agente si estaban disponibles los derechos en español y ésta me dijo que sí. Como el coste de producción de la novela es elevado, hablé con los responsables de Alpha Decay y acordamos coeditar el libro para balancear la inversión. El resto es historia o pasará a serlo: simplemente había que plantarse frente a la estantería de casa y decidir qué y cuándo, y nos pusimos en marcha.

—Pese a que Barcelona y Madrid focalizan muchas veces el panorama literario, como en Málaga, ciudad en la que resides, ¿qué otros lugares consideras relevantes dentro de la actividad del mundo literario?

—Valencia, Zaragoza, Bilbao, Palma de Mallorca, Girona. Parece que Sevilla apunta maneras. En la provincia de A Coruña hay grandes escritores. En todos estos lugares puede afirmarse que hay “ambiente”.

—¿Qué piensas de la literatura norteamericana posterior a la generación de los 60? ¿Crees que se ha abusado demasiado del filón de la narrativa posmoderna norteamericana?

—¡Después de los 60 es cuando ha sucedido todo! Por motivos puramente demográficos, en Estados Unidos hay una mayor abundancia de buena literatura que en otros países. Hablamos de un país enorme y bastante poblado. Y un país, además, que hasta no hace mucho ha sabido cómo formar y aprovechar su cantera. Es lógico que, con estos condicionantes, su superioridad numérica en cuanto a obras de calidad sea apabullante. También ganan en lo que se refiere a número de bodrios: los hay a miles.
Como no he vivido en Estados Unidos, no puedo decirte si a un nivel menor se ha abusado o no del posmodernismo —término que, dicho sea de paso, habría que definir y matizar porque, como suele decirse, no es oro todo lo que reluce y, además, hay cosas que brillan y son claramente posmodernas pero no nos damos ni cuenta—. David Foster Wallace definió, en una entrevista con Larry McCaffery, como “maquinistas” a aquellos que copian estilos y modas y se dedican a darle a la manivela para producir lo que vendrían a ser bolitas de metaficción (esto es lo que la mayoría entiende por posmodernismo, esa autoconsciencia narrativa tan implantada y aceptada en la televisión y el cine pero que, según parece, es mayoritariamente denostada cuando se desarrolla en una página, aun cuando se inventara en ella —recordemos a Cervantes, a Sterne— y la televisión y las películas tan sólo la adaptaran o, mejor dicho, adoptaran). Pero creo que no se ha “abusado” para nada del posmodernismo si lo comparamos con el abuso brutal que se ha hecho y se sigue haciendo del modernismo, y del romanticismo, y del naturalismo, y de todos los –ismos anteriores al posmodernismo. Si nos fijamos en el ratio obras “avanzadas” versus obras ancladas en corrientes del pasado —o directamente “viejunas”—, se diría que seguimos anclados en la Edad Media.


—Estáis preparando junto a Alpha Decay una edición espectacular de House of Leaves. ¿En qué consistirá exactamente? Pese al alto coste, ¿consideras que este tipo de obras merecen ser editadas y reivindicadas?

—La novela la ha traducido Javier Calvo, y creo que con esto respondo a, al menos, un cuarto de la pregunta y a bastante más de la mitad del trabajo total. Ahora mismo está en proceso de maquetación con dos diseñadores diferentes, porque obviamente vamos a entregarle al lector en español una copia idéntica al original en inglés en cuanto a su aspecto se refiere.
El coste, como bien dices, es elevado debido a la necesidad de imprimir en cuatricomía, o en colores. Y vamos a intentar que dicho exceso no se repercuta en el precio de venta del libro.
Esta obra, como las demás que hemos publicado y vamos a publicar (en otoño, por ejemplo, además de House of Leaves, publicamos The Public Burning, de Robert Coover, un libro que ocupa el cuarto puesto en la lista de las 100 mejores novelas en lengua inglesa del siglo XX que elaboró Larry McCaffery —como respuesta a la que en 1999 elaboró una filial de Random House—, tras Pálido Fuego, de Nabokov, Ulises, de Joyce, y El arcoíris de gravedad, de Pynchon), no sólo merecen ser editadas en nuestro idioma sino ocupar un puesto de honor en él.

—Hace unos días, Ignacio Echevarría decía en El Cultural: "son la indigencia del debate cultural, su insolvencia, las que explican que cundan el desánimo y el retraimiento". ¿Estás de acuerdo con que hay un estado de indigencia en el debate cultural?

—No creo que, en lo que respecta a la influencia de la cultura en la vida social, España sea muy diferente del resto de países industrializados. Aquí triunfan las mismas tonterías que en Francia, Reino Unido y USA. Eso dice poco de nuestra sociedad, obviamente, pero sin restringir esa mala opinión a una región tan pequeña como lo es España.
Y lo lamentable, en mi opinión, es que el debate cultural, tanto aquí como fuera de aquí, se centre en banalidades tales como “abajo el libro físico, arriba el e-book”, “la saga tal o cual barre en ventas”, “fulano ha rechazado tal honor” o “mengano ha escrito la novela del año que no te puedes perder”. El “debate cultural” trata las incidencias, inclemencias e indecencias del mercado como si éste tuviera un tamaño colosal, como si el número de lectores reales —excluidos los ocasionales— fuera equiparable al de abonados del mercado de telefonía móvil, cuando resulta que tal mercado se reduce a un grupo insignificante en número si se compara con la audiencia de cualquier chorrada con visitas de verdad en Youtube.

«Lo lamentable es que el debate cultural, tanto aquí como fuera de aquí, se centre en banalidades tales como “abajo el libro físico, arriba el e-book”, “la saga tal o cual barre en ventas”, “fulano ha rechazado tal honor” o “mengano ha escrito la novela del año que no te puedes perder”»

Si Echevarría se refiere a las tensiones internas que existen entre los actores, dedicados y amateurs, de ese debate, ya no lo sé. Quizá sea cierto que, de un tiempo a esta parte, “venda” más la grosería y el esperpento que la profesionalidad. Pero eso también sucede más allá de los Pirineos y el Atlántico, y también se trata de una moda que, como todo lo que se nutre del desprecio ajeno, acabará cansando y desapareciendo o transformándose en algo completamente distinto. El tiempo lo dirá.

—¿Qué nos espera de parte de Pálido Fuego este agitado 2013?

—Libros. Para empezar, el próximo lunes 8 de abril publicamos Mi primo, mi gastroenterólogo, de Mark Leyner, un libro que deberíamos haber tenido disponible hace al menos doce años. Después la primera novela de un autor británico desconocido en España, Socrates Adams, aunque al fin y al cabo todo autor extranjero es desconocido cuando arranca en un país ajeno al suyo, y son los libreros y los lectores quienes tienen que opinar sobre él y confiar en él. Y para cerrar el semestre publicamos la nueva novela de Germán Sierra.
En otoño, como he dicho, publicaremos las novelas de Coover y Danielewski, y tenemos dos libros más en cartera —A Naked Singularity, de Sergio de la Pava, y The Rainbow Stories, de William T. Vollmann—, aunque seguramente no terminemos el año con ninguna de ellas sino con otra cuyos derechos estamos negociando ahora mismo, y cuyo título vas a permitirme que no revele, pues tener la boca cerrada en este sector cuando hay que tenerla cerrada ha sido una lección que he aprendido a base de “práctica”.