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jueves, 30 de mayo de 2013

Ramon Girbau: «¿Nuestro lector? Alguien que lee de rodillas, con devoción»

La primera persona con la que uno se topa cuando quiere dirigirse al sello editorial Días Contados es Virginia Woolf. Ni más ni menos. 

«He soñado a veces que cuando amanezca el día del juicio, y los grandes conquistadores y abogados y juristas y gobernantes se acerquen para recibir su recompensa, el Todopoderoso, al vernos llegar con nuestros libros bajo el brazo, se volverá hacia Pedro y dirá, no sin cierta envidia: “míralos; estos no necesitan recompensa. No tenemos nada que darles. Son los amantes de la lectura.»

He aquí el noble emblema que encabeza el pórtico a la casa de Días Contados, dentro de la cual conversamos con su editor Ramon Girbau, uno de los artífices de esta exquisita editorial barcelonesa, que nos ha surtido de más de uno y de dos títulos magníficos. 

***

A pesar de las inclemencias, los lectores más exigentes han podido constatar de un tiempo a esta parte cómo las librerías vienen surtiéndose de una notable relación de editores independiente y tremendamente exigentes. Dentro de ese marco de clara determinación hacia la literatura más elegante, ¿cuál es el distintivo de Días Contados que hace de él un sello único? 

Si se nos permite la licencia y la ironía —y admitiendo a mero título de hipótesis que Días Contados sea un sello único—, se trataría de que estemos editando libros a pesar de nuestra práctica inexistencia: lo cierto es que la editorial no tiene estructura alguna, ni empleados, ni agentes ni distribuidor, y se basa exclusivamente en el trabajo y el tesón de dos personas, tres amigos y una gata (pelo corto, color gris y ojos ámbar). El resto de atributos fundamentales (el gusto por la literatura, el gusto por los libros, religados, con una cubierta como Dios manda y con páginas de papel, la ilusión desinteresada y una cierta presbicia para el negocio) son comunes a un puñado de proyectos editoriales que trabajan y resisten en la misma línea y que hacen que pasearse por algunas librerías sea todavía un placer sin parangón.

Aunque todo editor estime que quiere a todos sus hijos por igual, ¿dirías que hay alguna joya de la corona en el catálogo? 

No sé si coincidiríamos necesariamente todos los implicados (los dos + tres + la gata): quizás Aprendizaje del dolor, de Carlo Emilio Gadda, sea nuestro libro más poderoso y en el que más nos tocó trabajar. Un long-badseller, por supuesto, pero sin discusión la mejor de nuestras portadas.

¿De dónde surgen los editores de Días Contados y cómo llegan a idear el concepto del sello? 

La cosa arranca de una serie de conversaciones informales en las que, por motivos distintos unos y otros, confluye un deseo de pasar de leer (y comprar) lo que otros editan a proponer a otros lo que sería bueno que leyeran (y compraran). Se trata de un impulso un punto ingenuo y modesto pero realista y con una clara comprensión desde el principio de las exigencias de la contabilidad. Diríamos, tras cuatro años de andadura y veinte títulos publicados, que el propósito se está cumpliendo muy razonablemente: sin beneficio material pero sin pérdidas inasumibles, y con la ilusión intacta.

«El gusto por la literatura, el gusto por los libros… son comunes a un puñado de proyectos editoriales que trabajan y resisten en la misma línea,  y que hacen que pasearse por algunas librerías sea todavía un placer sin parangón« 

Días contados edita en castellano y en catalán. ¿Cuál es el criterio que habéis seguido para volcar las respectivas obras a uno u otro idioma? 

El bilingüismo es una clara afirmación de principios desde el inicio mismo del proyecto. Se trata de un bilingüismo algo asimétrico (José Jiménez Lozano nos prologó, en castellano y del bueno, la traducción al catalán del Diario de Julien Green correspondiente a los años 1933 a 1939, y Antonio Muñoz Molina, con el mismo esquema y generosidad, la traducción catalana de Historias de Kolimá, de Varlam Chalámov) pero en el que vamos a seguir insistiendo y que los lectores que buscamos no sólo soportan sino que apoyan, diríamos. El criterio de elección es un punto errático: a veces la disponibilidad de los derechos, otras el deseo de trabajar con un traductor determinado, sin reglas preconcebidas. El caso es que, a la postre, resulta que hemos publicado aproximadamente la mitad en una lengua y la mitad en la otra, y que la respuesta de los lectores ha sido muy razonablemente buena en ambos casos.



¿Cómo describiríais al lector de Días contados? 

A alguien que lee de rodillas, con devoción. Sexo, raza, edad, credo, filiación: irrelevantes.

Sobriedad, sofisticación, minimalismo, pulcritud… son las señas en el diseño de los libros. ¿Qué editoriales o diseñadores os sirvieron como referente? 

Por abreviar y aunque el resultado final sea diverso: Pre-Textos y Verdier. Y habría que citar, claro, la portada de La ciudad y los perros de Seix Barral, de hace ya tantos años.

De principio a fin, es imposible pasar por alto vuestro manifiesto de intenciones. Siendo un sello de distribución nacional destacáis la idiosincrasia barcelonesa; aclaráis que el vuestro es un espíritu liberal en un tiempo en que esta palabra casi parece un tabú; y al fin habláis de publicar «pequeños textos mayores de las letras contemporáneas por el sólo gusto de hacerlo». ¿Provocadores por naturaleza?, ¿o simplemente sinceros en una época de mucho comedimiento?  

Lo escribimos al inicio, como quien dice a mano en una servilleta, y sigue valiendo. La cita impagable de Virginia Woolf que encabeza nuestra página web nos sigue sonando tan bonita como cuando empezamos.

«Quizás Aprendizaje del dolor, de Carlo Emilio Gadda, sea nuestro libro más poderoso y en el que más nos tocó trabajar.» 

Por lo común, la actitud de los editores en España suele pivotar entre dos lemas: «Cada vez hay menos lectores y el futuro sólo puede ser negro», o bien «Aún está todo por hacer». ¿Optimistas o pesimistas, y con qué matices? 

La pregunta es buena porque ambas afirmaciones son justamente ciertas. Las enfrentamos, también desde el principio, con realismo e ilusión. De ahí el nombre de la editorial, huelga decirlo. 

martes, 18 de diciembre de 2012

Goliat, en el papel de 'outsider'

Con unas influencias que van de Daniel Clowes a Chris Ware y Gary Larson, y de Asterix y Obelix a Edward Gorey, la obra del ilustrador escocés Tom Gauld (1976) sólo puede apuntar muy arriba. Así, después de haberse curtido como dibujante para el periódico británico The Guardian, y con una poderosa experiencia en el terreno de la historieta breve, en 2012 se lanzó al relato largo con Goliat, publicado en España por la editorial Sins Entido. Pero nuestro Goliat —el Goliat de Gauld— poco tiene que ver con las significaciones habituales del mito bíblico. 


Si a lo largo de los siglos la peripecia de David y Goliat ha traído consigo un ejemplo de perseverancia, y de la posibilidad de que el más débil se haga con el éxito de la batalla, con Gauld el resultado es tan trágico como cómico. O como expuso el propio dibujante, entrevistado por Julio Soria para Zona Negativa: «Cuando piensas en esta historia, normalmente lo haces en base a un chaval pequeño y a un gigante enorme, pero en realidad es más bien una unión entre el chaval pequeño y el Dios creador del Universo contra el gigante enorme. Ahí es cuando comprendes quién es el auténtico desvalido y eso despertó mi simpatía por Goliat, que desde el principio está condenado al fracaso.» 

El dibujante Tom Gauld
Para Gauld, Goliat no es tanto un perdedor, tanto como un… outsider. La originalidad de sus planteamientos, el ya reconocible estilo de su autor y su valía para la novela gráfica le situaban en una posición privilegiada para optar a los Premios Cálamo 2012. Noblesse oblige

Página de Goliat (ed. Sins Entido)

miércoles, 21 de noviembre de 2012

12 divertidas y extravagantes cuestiones sobre el mundo literario

Armada fundamentalmente a partir de listas cuanto menos curiosas, Flavorwire es una de esas revistas literarias cuya visita bien merece la pena. Recuperamos aquí algunos de sus interrogantes recientes más divertidos. Veamos.

¿Qué otras diez novelas, además de ‘El guardián entre el centeno, hacen las delicias de los adolescentes? ¿Qué libros son de obligada lectura en el mes de noviembre? ¿Cuáles son las bibliotecas de aspecto más extraño en todo el mundo?  
Agujero negro, uno de esos libros que, como El guardián entre el centeno, cautiva al público juvenil
¿Cuáles son los más simpáticos disfraces de libros? ¿Qué 10 libros mastodónticos son de lectura obligatoria?
Biblioteca nacional de Pristina, Kosovo
"Ni lo intentes", epitafio de Charles Bukowski
Norman Mailer, en 1948
Si una noche de invierno un viajero, de Italo Calvino, sólo para auténticos fanáticos de la literatura

miércoles, 24 de octubre de 2012

La lectura como valor en alza, ¿mejor desde la educación o la publicidad y la librería?


Dos propuestas. 1. En el blog Los futuros del libro, Joaquín Rodríguez recuperaba un artículo de Publishing Perspectives alrededor de los hábitos de lectura en Finlandia, según el cual al menos “el 75% de la población adquiere libros con regularidad, algo que ha propiciado un incremento sostenido de su industria a lo largo de los años hasta llegar al lugar donde se encuentran”. Así se preguntaba acerca del papel de la educación en las estadísticas nacionales, y si no convendría optimizar un “verdadero y decidido Plan nacional de fomento de la lectura, promovido desde Educación y desde las Federación Gremios de editores y libreros siguiendo las recomendaciones que han funcionado en varios países del mundo”. 2. A su vez, Antinomias del Libro publicaba la semana pasada otra estimulante batería de acciones para optimizar la literatura en España, esencialmente dedicadas a mejorar las condiciones comerciales del libro. Entre ellas encontrábamos: IVA cero para el libro, IVA cero o superreducido para el libro electrónico, plan de marketing nacional y de comunidades autónomas para prestigiar el libro, revisión de la Ley del Libro, flexibilizar las políticas de descuentos y promociones, potenciar la figura de la librería como «Sello de Calidad», campañas temáticas nacionales: edición independiente, nanoeditores culturales, libro científico, etc, buscar incluir productos generadores de tráfico: entradas a conciertos y espectáculos, wifi, etc…
Ante tal panorama, ¿por cuál de los dos modelos (sector público vs. privado) podría pasar un incremento del valor de la lectura? ¿Tal vez un modelo mixto?