martes, 22 de octubre de 2013

«Hay que cuestionar en serio y con rigor la sociedad del espectáculo» Daniel Moreno, fundador de Capitán Swing

Daniel Moreno (Madrid, 1981) fundó Capitán Swing en el año 2009. Casi cinco años después, la editorial se ha erigido como un referente del ensayo de izquierdas -la línea inaugural del capitán- a la vez que ha añadido a su catálogo a clásicos como Mailer o Faulkner. Al mismo tiempo, se suma a toda una generación de editoriales jóvenes que recuperan la posibilidad que tiene el libro de ser un objeto bello en sí mismo, y otorga a la maquetación, el diseño y la textura una importancia que no se ve en otras editoriales tradicionales, y menos aún en aquellas dedicadas al género ensayístico.
Con ustedes, el hombre detrás del capitán.



Las ediciones de Capitán Swing se caracterizan por ser sumamente eclécticas. Este año hemos podido leer desde Fitzgerald a Whitman, pasando por Varoufakis y su El Minotauro Global. Economía, política o arte, actualidad y clásicos del siglo XX. ¿Cómo organizas el planning de las publicaciones? ¿Cuáles son las vías que crees que han funcionado mejor y por las que seguirás apostando?

La miscelánea que caracteriza a la editorial surge de la gran cantidad de temáticas y narraciones que nos interesan. Nos gusta acercarnos a eso que antes se llamaba “verdad” desde diversos planos. Además creemos -o así nos parece, al menos a nosotros-, que hay nexos y lazos comunes en casi todos los libros que publicamos, vengan tanto de la ficción como del ensayo. Más que nada, la intención de la línea editorial es intentar recolocar lo literario en un espacio más amplio. La editorial se identifica (y sobre todo es identificada) con el ensayo de corte más político, y eso hace que esta parte sea la más reconocible por la gente y la que mejor nos funciona. De nosotros depende que otras apuestas que no son tan identificables consigan ese reconocimiento. El planning casi siempre sigue una pauta que mezcla textos universales y atemporales con narraciones más contemporáneas y del momento concreto, pero no queremos tampoco que el proyecto se encasille y se convierta en una tumba o en una especie de think-tank o gueto. De ahí la convivencia en el catálogo de autores y temáticas tan aparentemente dispares pero que en su conjunto dicen bastante de lo que para nosotros es la literatura.

En este sentido, ¿qué criterios sigues al elegir un autor para el catálogo de Capitán Swing?

Sería difícil explicar los criterios “subjetivos” por los que a veces optamos por un libro y no por otro. La clave siempre suele estar en la lectura. Cuando uno lee para editar enseguida está ya haciendo valoraciones editoriales y busca contestaciones y respuestas propias: qué hay de parecido en el sector editorial, en qué no se parece o diferencia de lo demás, ¿funcionaría o no?, ¿es el momento de algo así? Los criterios “objetivos” son un poco más claros. Aunque publicamos autores que en muchos casos ya están consagrados, la tónica general a la hora de cribar suele ser explorar aquellas apuestas y propuestas que se salgan de los márgenes editoriales y comerciales establecidos y sobre todo que cuestionen de una manera rigurosa y poco ociosa la actual sociedad del espectáculo. Teniendo claro que la editorial (como cualquier otra empresa) depende de los resultados, intentamos, en la medida de lo posible, abstraernos y que nuestra mirada sobre los manuscritos no varié a ese respecto.

Con la crisis, el boom de ensayos con el crash económico de fondo y todos los problemas que ha conllevado, tanto a nivel europeo como mundial, ha sido espectacular. Capitán ha publicado algunas obras que analizan también esta compleja tesitura. ¿Cómo separarías una obra de calidad y una meramente oportunista?

Una obra de calidad siempre trasciende el momento de ser publicada. Aunque los acontecimientos estén en permanente cambio, siempre puedes volver a ella y sacar nuevas lecturas; suelen ser obras de formación que trascienden el efímero entretenimiento. Pareciera que las obras más oportunistas están creadas a gusto y a momento del consumidor y deben estar siempre de plena actualidad. La obra de calidad tiene que llevar necesariamente a la reflexión, no debe ser meramente una obra de consumo práctica, si no estaríamos hablando de autoayuda. Lograr esa mezcla de obra de profunda reflexión, que infiera conocimiento y a la vez toque temas que estén de actualidad y vayan más allá de lo anecdótico, si bien es difícil, no es imposible.

Los autores clásicos que Capitán ha publicado escribieron, desde luego, dentro de un contexto político y social concreto que -lógicamente- con el tiempo ha cambiado, desde el mundo del fútbol hasta los criterios arquitectónicos -Muerte y vida de las grandes ciudades, de Jane Jacobs, por ejemplo. Por ello, en Capitán encontramos introducciones y prólogos de autores contemporáneos que guían al lector a la hora de abordar la lectura. ¿Es con el paso del tiempo que podemos comprender por qué estamos como estamos? ¿Es uno de los objetivos de la editorial?

No conozco obras que hagan prognosis o profecías sobre lo que nos está pasando o lo que nos pasará en un corto o medio plazo. Las experiencias del pasado están para ser analizadas y sacar las consecuencias oportunas. Tanto el libro de Panzeri [Fútbol, dinámica de lo impensado] como el de Jacobs son obras de referencia que han envejecido más que bien. Sólo hay que ver ciertas filosofías futbolísticas como las que se han practicado en el Barcelona y luego saber que Guardiola era un gran lector  y seguidor de Panzeri y de su filosofía de juego. Con Jacobs pasa lo mismo: la obra tiene varias décadas pero los presentes planes de reordenación del territorio se parecen bastante a los que criticaba Jacobs en los años 70. Por supuesto, son textos que en alguna parte puedan estar desfasados pero son tan inspiradores y ensañan tantas lecciones que se siguen leyendo con la misma emoción que cuando fueron escritos. 

Muerte y vida de las grandes ciudades, de Jane Jacobs

Polifonías, Historia profana, Entrelíneas y Matrioska. Cuatro colecciones, cuatro caminos, ¿A dónde nos lleva cada una?

Bueno, las tres más enfocadas al ensayo (reportes, economía, historia, política) han quedado sólo en una, que sería Entrelíneas. Cuando uno empieza, tropieza, y abrir muchas colecciones es un clásico en una editorial. Sientes como una tonta necesidad de compartimentar muchas cosas que luego no se perciben así.
Al final lo dejamos en dos colecciones: Entrelíneas y Polifonías.
En la primera podríamos decir que intentamos dar contenidos híbridos de conocimiento puro y de conocimiento popular que tengan un interés informativo y cultural. Y en la segunda (más enfocada a la ficción) nos interesa una narrativa de corte más social que exija una tensión, donde la narratividad no se coma al argumento, que se pregunte cosas y que pueda ofrecer algunas respuestas propias.

Aunque sea una pregunta demasiado típica, es un deber preguntarte por la breve pero intensa trayectoria de la editorial ¿Cómo se funda Capitán Swing? ¿Qué hueco viene a ocupar? ¿De dónde sale la idea de abordar esta vertiente de ensayo y narrativa que, en muchos casos, transcurre en los márgenes?

[Capitán Swing] es un nombre colectivo y ficticio que proviene de las revueltas luditas del siglo XIX. Los llamados destructores de máquinas firmaban sus cartas amenazantes con el nombre de este líder ficticio que crearon los obreros para que las fuerzas del orden  nunca pudieran descabezar la rebelión. Nos parecía un nombre original y que encajaba perfectamente con el grado de intervención político-editorial  y de anonimato que le queríamos dar a la editorial. No creo que la editorial vaya a cumplir ningún hueco; más bien se abrirá paso intentando publicar buenas obras que empujen lo suficiente. Lo importante es que el proyecto tenga tiempo para su difusión y que a los lectores les interese. 

«Creo que realizar una labor de fondo vivo editorial puede ser un valor al alza en estos tiempos sombríos.»

El diseño editorial, la web y los libros son ciertamente rompedores. Una estética que deja atrás la sobriedad de la mayoría de editoriales enfocadas al ensayo. ¿Hay ahí también una actitud estética que sintoniza con el contenido?

Como bien dices, la idea central era darle un aire más provocador y gráfico a lo que tradicionalmente se hacía en la edición de ensayo. El libro sigue portando elementos estéticos de mucho valor que para nosotros nos merecen el mayor de los respetos. Cuidar y embellecer todo lo que podamos tanto las cubiertas como las maquetas es algo que nosotros valoramos y creo que los lectores también. No se trata de vender humo en una cubierta. Los libros hablan por si mismos, pero creo que la parte gráfica es importante y nos esforzarnos por hacerla sugestiva.

Con César Rendueles y su reciente libro Sociofobia, Capitán se ha estrenado con los autores nacionales ¿Cómo valoras su acogida? ¿Hay nuevos títulos en camino de voces nacionales?

La acogida ha sido excelente. Da gusto ver que hay mucho interés en la producción de conocimiento de acá y que la gente lo valora extraordinariamente. Hay una especie de dicho en el gremio que viene a decir que hasta que no se edita a alguien de tu propio país no te haces un editor serio; creo que esa afirmación tiene su parte de verdad. No digo que seamos ya “serios” pero sí que debemos estar más pendientes y ser más receptivos a lo que se gesta en nuestra realidad más cercana; es una especie de obligación deontológica. El caso de César se fue modelando de una manera pausada y serena… lo que tenga que venir (que vendrá) seguirá esa estela.

Sociofobia, de César Rendueles.

Como libreros, tenemos que dejar hueco a las novedades de El Capitán, y por eso es obligatorio preguntarte...¿cómo planteas este cierre de 2013? ¿Y los inicios de 2014?

El cierre invernal llegará con nuestras apuestas del año: un libro inédito y brutal, recopilado y diseñado por Hans Magnus Enzensberger sobre la posguerra mundial, escrito por el propio Hans y por toda una batería de lo mejor del periodismo de entreguerras. Periodistas del bando neutral y aliado que se interesaron más por las tremendas consecuencias (sobre todo en la población civil) de una guerra como la Segunda. Nadie reparó en que la noticia no estaba tanto en el conflicto en sí como en las consecuencias del mismo. Es desgarrador ver el cinismo del que hablamos cuando reflexionamos sobre el tercer mundo y ver como Europa tuvo su propio tercer mundo. Además el libro, paradójicamente, tiene lecturas desde el presente.
Luego viene un libro precioso, elaborado de forma cartográfica y que coeditamos con Nórdica Libros. Atlas de islas remotas de Judith Schalansky. La joven autora nació en 1980 en el lado “equivocado” del Muro de Berlín. Los soviéticos no dejaban viajar a nadie, así que todo lo que aprendió sobre el mundo fue a través del viejo atlas de sus padres. Novelista reconocida y ganadora de un premio como diseñadora gráfica, ha pasado años creando este libro, su propio atlas imaginario de los lugares más solitarios del mundo. Estas islas son tan poco accesibles que hasta finales de los años noventa más personas habían puesto el pie en la luna que en la isla de Pedro I en el Antártico.
Como ves, todavía queda un rato de 2013, al que vamos a dedicarle todo nuestro esfuerzo. ¡El 2014 todavía queda lejos!

lunes, 14 de octubre de 2013

«Lo fundamental era alcanzar una escritura que hiciese sentir a oscuras al lector». Entrevista a Isaac Rosa, autor de La habitación oscura

Isaac Rosa (Sevilla, 1974) es un narrador que construye con su prosa obras que van más allá de lo puramente estético, lo puramente narrativo. Hay detrás una reflexión y una invitación a la reflexión. Quien haya leído El vano ayer (Seix Barral, 2004) o su última novela, La habitación oscura, sabrá de qué hablamos. Si en la primera el autor experimentaba con la ficción histórica, en La habitación oscura los hechos se entrecruzan con la realidad más radicalmente actual –crisis, explosión tecnológica, alienación– y vuelven del todo imposible para el lector salir de la novela ileso. Como anticipo de su visita el próximo jueves 17 de Octubre en Cálamo, conversamos con Isaac Rosa sobre su último libro.

Isaac Rosa. 

Comencemos por los aspectos estéticos de La habitación oscura.  Una de las cosas que suelen decirse de El corazón de las tinieblas, de Conrad, es que su traducción es difícil porque el inglés tiene muchas más palabras para matizar los distintos tipos de iluminación y oscuridad, y Conrad prácticamente agota el idioma en ese sentido. ¿Fue un desafío para ti escribir esta novela donde la mayor parte de la acción –descrita siempre con enorme precisión–  tiene lugar a oscuras?

Isaac Rosa: Sí, fue un desafío, y todavía me parece milagroso que haya conseguido salir vivo de la habitación oscura. Lo fácil era perderse en ella, enredarse en la potencia literaria de la oscuridad, y yo mismo tropecé varias veces mientras escribía, deambulé a ciegas por ella y tardé en encontrar la voz desde donde contarla y el ritmo que buscaba. Lo fundamental era alcanzar una escritura que hiciese sentir a oscuras al lector, ya que éste entra en la habitación desde la primera página, y no sale hasta la última. La mayor parte de las decisiones formales en la novela apuntaban en la misma dirección: reproducir un discurso “a oscuras”, trasladar a la página el tipo de pensamiento que uno tiene cuando pasa mucho tiempo a oscuras y en silencio: un pensamiento embarullado, irresistible, desbocado, confuso, a veces acelerado, otras muy lento hasta congelar el tiempo, que no respeta cronologías, que avanza y retrocede. Y lleno de imágenes, porque por paradójico que parezca, la oscuridad está siempre llena de imágenes, que incluso se ven con más claridad que cuando la luz nos deslumbra. Es cierto que el lenguaje era otro desafío: evitar la repetición de palabras pero sobre todo de figuras literarias, prolongar la sensación de oscuridad durante decenas de páginas sin ser redundante.

La habitación oscura que da título a la novela es un refugio de escape de la realidad para algunos personajes, y un punto de partida, de toma de consciencia y de lucha para otros. ¿Crees que en el acto de escribir, de hacer literatura, se presentan estas dos opciones: escapar o criticar? ¿Hay por tu parte, en el momento de crear La habitación oscura, algún tipo de decisión consciente en este sentido?

I.R.: La habitación de esta novela, que es en primer lugar un espacio físico, es también un lugar simbólico, y con fuerte carga metafórica. Representa un refugio, pero no solo eso: su oscuridad es una forma de no ver ni ser visto en un mundo de hipervisibilidad; y es además una posibilidad de salir del mundo entrando en ella, las categorías dentro-fuera se intercambian. Comparar la habitación oscura con la propia literatura no entraba en mis cálculos, pero reconozco que mi capacidad de elaborar metáforas se ha visto desbordada por esta habitación oscura, que no deja de sumar nuevas interpretaciones según entran los lectores. Dicho esto, comparto que existen esas dos opciones al escribir: escapar o criticar. Pero las fronteras entre ambas opciones no son claras ni impermeables.

La habitación oscura. Seix Barral, 2013.

Los personajes de la novela conforman un mosaico del que puede decirse con facilidad que “describe a una generación”. Sin embargo, el alcance de las historias y los quince años que abarca la novela amplían ese espectro. ¿Crees que sea posible que, como a Cortázar con Rayuela, hayas pensado en los problemas de una generación y hayas descrito también los de la siguiente? ¿La de los que ahora comienzan su vida laboral, su independencia?

I.R.: Lo de “novela generacional” siempre es algo conflictivo. Yo no tenía intención inicial de escribir algo así, y si lo hago no es con intención sociológica, sino personal, y esa clave generacional tiene una obvia explicación biográfica: desde el momento en que hablo de “mi crisis”, la forma en que percibo el tiempo que vivimos, lo hago desde una sensibilidad, un pasado y unas expectativas que son comunes a buena parte de quienes como yo nacieron en los setenta, quienes hoy llegamos a la edad adulta en medio de este derrumbe generalizado. Y sí, acabo llegando a un relato generacional, aunque no escrito para una generación determinada, sino desde ella. No sé si ese retrato es válido para quienes vienen después. Pienso que los nacidos en los ochenta, o no digamos ya los noventa, están en mejores condiciones que nosotros para enfrentar el presente, aunque a menudo nos parezca lo contrario. Ellos tienen (o deberían tener) menos miedo que nosotros, pues tienen menos que perder, no temen perder unos derechos, un bienestar y unas promesas que apenas han disfrutado o que ya habían desaparecido cuando ellos llegaron. Eso debería hacerlos más audaces que nosotros.
«Todavía me parece milagroso que haya conseguido salir vivo de la habitación oscura. Lo fácil era perderse en ella, enredarse en la potencia literaria de la oscuridad.»
Por último. Contra la idea de la oscuridad, del aislamiento total, ubicuas en la novela, se contrasta otra idea igualmente presente: la del panóptico, la de la observación total y constante de la intimidad a través de las nuevas tecnologías. ¿Hay un punto medio de comodidad, de conciliación, entre estos extremos? ¿Crees que es posible encontrar la convivencia de la intimidad y la explosión tecnológica?

I.R.: Esa es otra de las interpretaciones de la novela, lo comentaba antes: la oscuridad de la habitación frente a la hipervisibilidad en que vivimos, este tiempo en que somos observados y a la vez observadores sin descanso, siempre estamos viendo y siendo vistos. Como muchos, yo siento una creciente “fatiga de visibilidad”, me agota estar sometido a continuos estímulos visuales, tener que ver el mundo en tiempo real y a todas horas desde todas las pantallas. Y a la vez estar permanentemente a la vista, expuesto, desde la perversión del panóptico, donde tal como lo formuló Bentham, lo importante no es tanto que te vean, como que puedan hacerlo; no tanto que te observen, como que tú pienses que puedes ser observado. Es ya un lugar común remitirnos a Orwell y su 1984, pero así es: uno abre hoy su novela anticipatoria y se encuentra enseguida con la ‘telescreen’ que Orwell sitúa en todas las casas, que funciona a la vez como televisor y como cámara de videovigilancia permanente. No puedo dejar de pensar que tengo una perfecta ‘telescreen’ sobre mi mesa de trabajo, o ahora también en el bolsillo con los dispositivos móviles. No sé si es posible ya una convivencia entre intimidad y tecnología, la invasión de la segunda sobre la primera es apabullante, y como se dice en algún momento de la novela, la intimidad es ya un lujo, una forma de poder adquisitivo, al alcance de quienes pueden permitírselo. Por otro lado, tampoco parece importarnos demasiado, teniendo en cuenta las facilidades que nosotros mismos damos, y la normalidad con que aceptamos las revelaciones de Snowden sobre el espionaje generalizado, o la indiferencia que nos provoca algo de lo que hablo en mi novela: la extensión de las tecnologías de vigilancia al ámbito de las empresas, para controlar a los trabajadores.

 Isaac Rosa presentará La habitación oscura el próximo jueves 17 de Octubre en Librería Cálamo. ¡Continuamos ahí!

viernes, 4 de octubre de 2013

El regreso de Eloy Tizón para iluminar la narrativa breve



Más de seis años han pasado desde Parpadeos (Anagrama, 2006), última incursión de Eloy Tizón (Madrid, 1964) en la ficción. Su regreso ocurre este año junto al sello editorial de Páginas de Espuma.

Técnicas de iluminación. El regreso al cuento.

No es casual que el nombre de Eloy Tizón se mencione siempre como una de las voces más importantes de la narrativa breve española. Su primera colección de cuentos, Velocidad de los jardines (Anagrama, 1992), fue elegido por la Revista Quimera como «uno de los mejores libros de cuentos de la literatura española del siglo XX», y es desde su publicación una referencia del género. Andres Neuman afirmó que en Parpadeos, segunda colección de relatos de Tizón, hay al menos «cuatro piezas maestras» ejecutadas con tanta precisión que «a uno no le queda más remedio que odiar a su autor con todo afecto».
Diez nuevas narraciones componen Técnicas de iluminaciónel retorno de Eloy Tizón al cuento, definidas por el propio autor como una «mezcla de texturas», entre el drama y la comedia, pero donde siempre hay una «mirada poética sobre el mundo y las relaciones humanas». 


Técnicas de iluminación, de Eloy Tizón. Páginas de Espuma, 2013.
De manera precisa, como todo buen cuentista, Tizón construye los relatos de Técnicas de iluminación como respuestas a preguntas concretas, puntuales, pero al mismo tiempo siempre inesperadas. ¿Qué ocurrió realmente en la fiesta celebrada anoche? ¿Hubo alguna víctima? ¿Qué contiene la caja que nuestro jefe nos entrega en secreto, pidiéndonos que no la abramos, y dentro de la cual se detecta una agitación, un mínimo llanto? ¿Será un ser vivo o un mecanismo de relojería? ¿Quién es “esa otra persona que no nos interesa”, que suele aparecer en las relaciones de pareja casi siempre adosada al ser amado y de la que es imposible librarse? ¿De qué clase de apocalipsis huye esa familia que abandona la ciudad con lo puesto y termina vagando perdida por el bosque? 

El 24 de Octubre a las 20 horas, Eloy Tizón presentará Técnicas de iluminación en la Librería Cálamo.