miércoles, 14 de enero de 2015

«Todo es ficción, incluyendo el periodismo y la historia.» Entrevista a Sergio del Molino, autor de Lo que a nadie le importa y nominado a los Premios Cálamo.

Su primera novela fue No habrá más enemigo, y fue elegida como uno de los 10 libros más recomendados ese año por CEGAL. Su segunda novela, La hora violeta, aborda uno de los temas más difíciles –y tabú– de la literatura (y de la vida): el libro narra un año de la vida de su hijo Pablo, desde que fue diagnosticado de un raro y grave tipo de leucemia hasta su muerte. 
Su tercera novela, Lo que a nadie le importa, es uno de los libros favoritos del año 2014, y por eso nominamos a su autor, Sergio del Molino, a los Premios Cálamo. Una novela que entreteje, como antes lo hizo en La hora violeta, la vida del autor y la ficción, pero donde además hay una búsqueda de las pequeñas anécdotas embebidas en la Historia: la Guerra Civil, la Transición, la vida de un abuelo, una frase pronunciada...

Sobre todo esto, sobre el lugar del escritor y el narrador, sobre próximos proyectos y mucho más, conversamos con Sergio del Molino: 


Sergio del Molino. ©Lara Albuixech

Una frase de la que nace una novela: tu abuelo, en su lecho de muerte, a tu abuela: «Calla, que de ti no quiero ni que me cierres los ojos.». Escuchaste la frase a los 16 años: ¿cuándo supiste, decidiste, que escribirías una obra a partir de esa escena, de ese momento de tu vida?

Creo que lo digo en la novela: de esa frase nace toda mi literatura. Ha resonado dentro de mí desde entonces, he intentado explorarla, trabajarla y entenderla, pero no había manera. He fracasado muchas veces al ponerme a escribir sobre ella. No quiere decir que esta vez haya triunfado, pero he conseguido componer un libro del que estoy orgulloso, que creo que dice algo de mí e intenta decir algo de los demás, que comunica bien y ata emocionalmente al lector. Así que ahora me siento un poco desahuciado. Esa frase me ha acompañado mucho tiempo, he querido escribir muchas veces sobre ella, y ahora que lo he hecho, me parece que me he quedado solo. Hay un vacío, ha dejado de resonar dentro de mí. La echo de menos.

Hay algunas novelas de escritores contemporáneos a ti —Los extraños, de Vicente Valero, por ejemplo— que nacen de una explícita intención del autor de investigar su pasado y, a partir de ahí, ofrecer una visión de la historia española: ¿ocurre algo similar en Lo que a nadie le importa? ¿Prima la rigurosidad de la investigación o la búsqueda de respuestas desde la ficción y los recuerdos?

Sí, claro, mi novela interpela a los españoles. España es su tema y su problema. Pero no es, respondiendo a tu segunda pregunta, un ensayo ni un libro de historia, sino una mirada literaria desde la evocación. Y, para mí, toda evocación es ficticia, si aceptamos lo caprichoso y mentiroso que es el recuerdo. Ignoro si mis preocupaciones literarias son parte de una tendencia o soy un raro. No me extraña que autores de un mismo momento y un mismo país coincidan en temas y formas de mirar. Cómo no parecernos, si compartimos tantas cosas. Pero yo me siento desligado y periférico. Toda mi literatura surge de impulsos íntimos. En cualquier caso, yo no busco respuestas. Creo que la literatura lleva mucho tiempo cuestionando la pertinencia de algunas preguntas y planteando la posibilidad de abrir nuevos interrogantes.

En una entrevista comentaste que La hora violeta te enseñó que “la intimidad resguardada y el pudor son enemigos de la literatura”. ¿Es de este aprendizaje que nace la libertad con que exploras tu pasado y tu historia?

Sin ninguna duda. Siento que Lo que a nadie le importa es una consecuencia lógica de La hora violeta. Su escritura me convenció de que necesitaba hacer una literatura que superase las cuartas paredes que las sucesivas vanguardias del siglo XX han plantado entre el autor y el lector.
Quiero reconectar, volver a una lectura donde lo emocional no sea sospechoso, y para ello he elegido el camino brutal del yo.

El postestructuralismo llegó a negar el concepto de autor en los años sesenta. Presentó la literatura como un accidente. Quienes la escribían eran poco menos que simples robots o médiums al dictado de un Geist o de una estructura. Pues bien, yo soy un antiguo, un romántico en el sentido histórico del término. Creo tanto en el autor que suprimo las diferencias teóricas que lo separan del narrador. En mis dos últimos libros, autor y narrador están confundidos. Pero no como parte de un juego postmoderno, sino como un gesto de chulería, si quieres. El yo de mis novelas es el mismo pronombre que uso para hablar de mí. No hay barreras convencionales. El lector sabe que estoy hablando de mí. Puede leer de la manera clásica, claro. Puede jugar a que el Sergio del Molino narrador no es el Sergio del Molino autor, pero creo que la lectura no funciona así. Eso es leer mojándose los pies en la orilla, y yo, al ponerme de cara y desnudo desde la primera línea del libro, fuerzo al lector a meterse entero en el agua. Hay una fuerza pasional en mi literatura que no existiría si la vida no me hubiera puesto en el camino de La hora violeta.

Lo que a nadie le importa, de Sergio del Molino. Literatura Random House, 2014

Muchas veces se te ha preguntado “cuándo escribirás una novela de ficción”. ¿Te parece que hay una línea muy distinta entre el método de tus novelas y el de una novela de “pura ficción”? En otras palabras, ¿encuentras relevante esa distinción?

No, me parece una distinción anticuada y poco útil. Dejando de lado que, poniéndonos estrictos, todo es ficción, incluyendo el periodismo y la historia, prefiero entender la ficción no como una característica sino como una herramienta al servicio del escritor. Puedes usarla o no y en según qué medidas dependiendo de tus propósitos, pero su uso no define lo literario. Es decir, un libro de ficción no es más literario que uno de no-ficción. Lo literario es una voz, una intención y un conjunto de sensaciones difíciles de analizar pero muy sencillas de apreciar. A mí me gusta situarme en las fronteras conceptuales y en las fronteras de los géneros porque creo que la novela es proteica. Si ha sobrevivido a todas sus muertes es por su capacidad casi infinita de renovarse y de subvertir los cánones.

Además de publicar obras literarias, has trabajado como reportero y columnista: ¿escritor periodista, o periodista escritor? ¿O es de la fusión de esas dos disciplinas que nacen obras como Lo que a nadie le importa?

Es que no creo que puedan diferenciarse fácilmente. Yo me considero, ahora sí, tras unos cuantos libros, escritor. Soy periodista también, y cuando me dejan, ejerzo, pero si me preguntas con qué oficio me identifico más, sin duda, escritor. Dicen que hay mucho de mirada de cronista en mi literatura, y yo estoy de acuerdo a medias. De hecho, en Latinoamérica, La hora violeta se leyó como una crónica de periodismo narrativo, y como tal se enseña en universidades de Buenos Aires y Lima, cosa que me sorprendió mucho. Pero yo me pregunto: si los críticos no supieran que soy periodista, si no leyeran la solapa antes de leer el libro, ¿apreciarían el tono cronista tan claramente? ¿Lo darían tan por descontado? Yo creo que el medio es el mensaje, y quizá mis orígenes profesionales hacen que se magnifique un aspecto de mi literatura que yo creo que no es tan dominante. Porque, para mí, el periodismo sirve para contar las vidas de los demás (y con dificultad), pero es una herramienta inútil para contar la propia intimidad. Y si algo hay en mis libros es intimidad.

Y para terminar, lo que más nos interesa como libreros: ¿Hay planes de nueva obra? ¿Novela, ensayo…?

Siempre estoy trabajando, pero no hay planes inmediatos de publicación, pues no creo que consiga tener nada publicable en 2015. Estoy metido en dos libros a la vez. Un ensayo y una novela. O lo que yo digo que son novelas. El ensayo sale de una reflexión íntima acerca de una cuestión social que yo creo que es uno de los signos de nuestro tiempo. La novela hablará de violencia política, culpa y vergüenza. Están ambos proyectos muy verdes, pero confío acabar con ellos antes de que ellos acaben conmigo.

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